Cuento anónimo: Afilar el hacha
«En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y este, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensárselo y le dijo que podía empezar al día siguiente.
Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles.
El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día.
El tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento golpeaba el hacha con toda su furia contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos.
Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:
-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?
El joven respondió:
-Realmente, no he tenido tiempo… He estado demasiado ocupado cortando árboles…»
No pierdas nunca TU FOCO
Este conocido y breve relato es muy socorrido en el mundo del coaching y del entrenamiento personal en los negocios, pero en todo caso es tan válido tanto para tu realidad profesional como personal.
Correr como pollo sin cabeza de un lado para otro sin sentido alguno y sin más empuje que la inercia diaria con la que nos hemos esclavizado a nosotros mismos, nos aboca al fracaso, a la frustración y a lo peor de todo: al conformismo.

Como en el caso del joven y fuerte leñador que basa únicamente su método de cortar árboles confiado en su fuerza y destreza, nosotros, durante nuestras vidas, solemos actuar del mismo modo: perdemos el foco constantemente sobre lo realmente importante.
El ser humano es ese animal de carga que, según va pasando las manecillas del tiempo, va engordando el peso que lleva a cuestas.
Preocupaciones, obligaciones, estudios, trabajo, familia, estrés, consumismo, deudas… van llenando de forma creciente nuestra mochila por pendientes cada vez más pronunciadas, como en aquella conocida estrofa de un famoso corte de Pink Floyd: «Another brick in the Wall».
Por todo ello, es bueno, conveniente y muy necesario hacer un alto en el camino. Un paréntesis para detenerse, mirarse al espejo, respirar profundamente y pensar desde otra óptica cambiando el chip para cargar las pilas y afilar el hacha.
Tomar un café con un buen amigo que no ves desde hace tiempo, hacer un maratón de capítulos de esa serie que tanto te gusta o volver a escuchar ese grupo musical que tanto te apasionaba en tu juventud, eso es afilar tu hacha.
Darte un premio y un buen homenaje de vez en cuando, ir de escapada con tu pareja para rememorar tu intimidad y sacar lustre a esa relación que la rutina va deteriorando… todo eso es, por supuesto, afilar tu hacha.
Conocerte a ti mismo, saber de tus limitaciones, separando el grano propio de la paja ajena, no acarreando con los problemas de los demás (por muy cercanos que sean a ti) y abrir tu mente a pensamientos positivos, es afilar aún más tu hacha.

Pero también lo es el enfrentarte a tus problemas con esas personas con las que compartes tu vida. Porque seguro que tras una situación estresante el mejor remedio es tener una buena y sincera conversación cara a cara.
Con aquel viejo amigo, con el que te enojaste hace un tiempo; con ese compañero de trabajo, con el que no te hablas por un roce en la oficina; con tu hijo, con el que sin saber bien el porqué te has distanciado tanto; con tu pareja, cuya relación se ha hecho monótona y triste. Sé atrevido y da el primer paso para que no sea demasiado tarde.
Cambia EL QUÉ y EL CÓMO
Si nuestros resultados actuales (esos que no nos placen) son consecuencia directa de lo qué hacemos y del cómo lo hacemos, entonces si no cambiamos ESE QUÉ y ESE CÓMO, dichos resultados seguirán siendo exactamente los mismos. Pero ¿a qué esperas?, ¿a qué todo cambie de per se?
¡No te quejes ni te lamentes tanto y mueve el culo de una vez!
Del idéntico modo que a nadie le falta la claridad intelectual necesaria para saber que el sobrepeso tiene malas consecuencias para la salud, pero sin embargo ni se alimenta correctamente ni hace ejercicio físico para remediarlo, también somos conscientes por donde pasan nuestras soluciones a nuestros problemas.
Entonces la gran pregunta es: ¿cuál es entonces el problema? Sencilla y claramente LA FALTA DE MOTIVACIÓN, esa que no te deja salir de tu falsa zona de confort que, no gustándote, te es conocida y más o menos soportable.

Que no te queden dudas: la mejor motivación, ese combustible necesario para activar y forzar el cambio de las cosas que no te gustan, ERES TÚ MISMO.
¿Tienes, quizá, una mejor apuesta que hacer en estos momentos que no seas TÚ?
El firme compromiso del cambio

Ahí está la complejidad o la sencillez de la motivación: uno mismo. Según nuestro propio rasero.
Muy buena observación, Salvador. Todo depende finalmente de una decisión personal. Un abrazo.