EL NÚMERO 1

Con esa distancia necesaria que marca el tiempo y los años, algunos recuerdos permanecen rematadamente en el olvido hasta que, un evento inesperado, hurga en la memoria y saca verdadero petróleo de un pozo que se creía seco: la inesperada muerte de Ángel Nieto.

Ángel Nieto y Derbi
Ángel Nieto sobre la legendaria Bala Roja de Derbi.

En este reciente 25 de enero hubiera cumplido 71 años, pero un fatídico accidente de quad en su amada Ibiza durante el pasado mes de agosto, truncó la vida de uno de aquellos escasos ídolos que teníamos los españoles en la época gris del tardofranquismo.

En los primeros años setenta, un servidor era un chavalito de pantalones cortos que apenas superaba los 6-7 años de edad. Era una época de muy escasas diversiones tecnológicas, con la salvedad de aquella televisión en blanco y negro con solo 2 cadenas, de las cuales (la segunda) empezaba la programación bien entrada la tarde.

El resto quedaba a cargo de nuestra propia imaginación e inventiva, de nuestra vida en la calle y en los bancales y donde las ventanas no tenían rejas y los portales siempre andaban abiertos.

No existía la obesidad infantil de tanto caminar, correr y jugar en constante movimiento. Claro, siempre había algún “gordito”, pero no era lo habitual.

Horas y tardes enteras vividas a pleno pulmón tirando millas y gastando zapatillas en comunión permanente con la luminosidad de la naturaleza mediterránea.

Tras subir por la vereda que ascendía desde el Derramador hacía el pueblo, cruzando por la nunca terminada vía del ferrocarril, se llegaba a la intersección dónde se colocaba una escueta barrera de madera, muy cerca de uno de aquellos giros cerrados, con un tanto de mala leche, de nuestro improvisado circuito municipal.

Campeonato de España Ibi motos
Entrada para el Campeonato de España. 1972

Allí, camuflado entre la gente mayor, veía el paso de la carrera de aquellos intrépidos y valientes pilotos agazapados en sus livianas monturas que, curva tras curva, intentaban evitar todos aquellos obstáculos urbanos sobre un mal asfalto, personas incluidas, con la única protección de unas pocas balas de paja, colocadas allí gracias al pundonor y la ilusión de moto club local.

Pero lo que más recuerdo es la estridencia del avispero ensordecedor que producían aquellos artilugios de dos ruedas cada vez que llegaban a esa curva, reducían la velocidad, y aceleraban a todo gas para perderse en unos pasmosos y breves segundos. Bueno, ese sonido de motor enrabietado y también la extrema pericia en la inclinación de los corredores por librarse de aquella curva infame cuanto antes.

Ángel Nieto en Ibi
Ángel Nieto recogiendo su trofeo.

Entonces era bastante difícil seguir una carrera y la evolución de la misma. De una vuelta a otra, esperabas ver pasar a la misma gente motorizada, pero de repente te dabas cuenta de que te faltaba alguien a quien estabas aguardando ver de nuevo. Las caídas y las averías eran mucho más habituales en aquellos tiempos, y las piezas de recambio, más bien escasas y rectificadas.

Pero nos daba perfectamente igual en unos tiempos en los que este acontecimiento, en vísperas de nuestras fiestas mayores, era una celebración mayúscula en un pueblo inmensamente trabajador, hecho así mismo y mal comunicado por carretera.

Unas nostálgicas pruebas sobre dos ruedas que recorrían nuestra comunidad en esas carreras de motos locas (como los autos, ¨Les Fous du Volant) que daban un espectáculo hoy imposible, denunciable y difícil de imaginar.

Ángel Nieto
Ángel Nieto en Ibi.

Y allí estaba él, nuestro campeonísimo Ángel Nieto, montado en su bala roja de Derbi con el número 1, entre otras figuras como Benjamín Grau y un prometedor Ricardo Tormo. Y todos aquellos voluntariosos pilotos que daban toda la guerra posible sobre sus precarias monturas pugnando por aquella prueba puntuable para el campeonato de España.

Nieto ya era entonces varias veces campeón nacional y fue la temporada del doblete en los mundiales de motociclismo de 50 cc y 125 cc. Por lo tanto, era toda una figura y una leyenda en ciernes que estaba ahí, en nuestro montañoso pueblo, rodeado de todos nuestros paisanos que disfrutaban de su presencia y de su maestría.

Para los que paseamos unas primeras canas y nos cuesta ya un poco bajar del coche, Ángel Nieto representó el primer deportista español de élite que, carrera tras carrera y año tras año, nos daba esa alegría casi todas las semanas, dando de comer a nuestro orgullo patrio, tan necesitado en aquellos tiempos y tan escaso de referentes.

 

 

Unos años más tarde, cuando la televisión apostó por el mundo deportivo del motor, cada fin de semana lo veías en televisión subido en su pequeña moto y sabías que iba a salir mal, pero no importaba. Allí estaba, vuelta tras vuelta jugando con sus rivales – que los tenía y buenos – dejándose hacer. Te decías «en esa curva lo vuelve a pasar». Y así ocurría. Era previsible, ¡pero nos pegaba un subidón que no veas!

Ángel Nieto Garelli
Ángel Nieto en sus años con Garelli y con su famoso mono de Ducados.

Ahora, en un país llamado España, estamos casi siempre ahí, peleando en numerosos deportes y siendo un referente mundial en muchas disciplinas, pero entonces, en aquellos años grises, había muy pocos puntos de color en el horizonte.

El mismo gran Juan Antonio Samaranch destacó como hubo un antes y un después tras el gigantesco salto que supuso para el deporte nacional las XXV Olimpiadas de Barcelona de 1992.

Antes, eran unos pocos los lobos solitarios que, como Ángel Nieto, paseaban nuestra bandera e himno por el mundo, pero ahora al menos, sin ganarlo todo por supuesto, estamos siempre pugnando por llegar a las finales. Y además, según mi humilde opinión, a base de un logro aún mayor: en deportes colectivos en una tierra de fuerte mentalidad individualista.

Y ahí estaba el gran Ángel Nieto, abriendo la espita de las esencias para que España sea, junto con Italia, las dos potencias mundiales del motociclismo de todos los tiempos.

No importa a lo que te dediques o hagas, siempre y cuando intentes ser el mejor.

Y sí no puedes ser el mejor, TIENES QUE SER DIFERENTE.

Pero sí tampoco puedes ser ni EL MEJOR ni ser DIFERENTE, tienes que ser EL PRIMERO.

Cuando en la vida te esfuerzas en un objetivo concreto porque te apasiona, los resultados llegan por sí mismos. Sí estudias, trabajas y vives con vocación y afán de superación constantes, tienes mucho ganado. Y con determinación y decisión, no tendrás límites. (Cita del Txistu)

Ángel Nieto es un claro ejemplo de triunfo personal a imitar. Un tipo con pundonor, trabajador y luchador, pero también con otros aspectos a su favor.

En primer lugar, por supuesto, tenía un especial talento para lo que hacía. Pero a lo dicho: hay mucho talento por ahí mal trabajado que, sin esfuerzo y constancia, se queda en nada. Una pena.

Luego, tenía un objetivo claro: ser el mejor logrando el campeonato del mundo. Ya lo sabes: quien no tiene objetivos claros, está condenado a trabajar siempre para quien sí los tiene.

Y finalmente, y casi lo más importante, tenía la determinación y el compromiso de hacer todo lo preciso para llegar a serlo. Talento + objetivo definido pero sin decisión firme= fracaso y frustración.

Ángel reunía todas estas virtudes en su persona en una época nada fácil que estaba tocando a su fin, en una profesión considerada de gente un tanto majara y partiendo desde una situación personal y familiar nada seductora. (Ángel Nieto: 12+1).

Un tipo vivo, sufridor y peleón, que tenía muy claro lo que quería ser, pero sobre todo lo que tenía que hacer para alcanzar sus sueños partiendo de cero.

Pero llegó, trabajó, perseveró y, finalmente, triunfó.

Y lo que es más importante: abrió el camino y la vía a seguir para muchos otros también apasionados por el mundo de las dos ruedas motorizadas.

Nuestro campeón es simplemente un ejemplo, un camino a seguir en cualquier aspecto de nuestras vidas. Y seguro que tenemos mayores y mejores medios que él para alcanzar nuestras deseadas metas, claro, siempre que las tengamos.

La SUERTE es importante, pero es más fácil toparse con ella sí la buscas y la deseas con fuerza.

El factor suerte también cuenta. Sí tienes mala suerte y la pelotita no entra, malo. Por el contrario, es posible que chutando una sola vez a puerta marques. Incluso puedes tener toda una carambola a tu favor. Pero lo normal y lo lógico es hacer diana y ganar cuantas más veces pises el área rival y seas incisivo y determinante para lograr el triunfo. Lo otro, puede ocurrir, pero no suele pasar. Por lo tanto, no lo confíes todo a la diosa Fortuna.

La importancia de personajes como Ángel Nieto no es que fuera 12+1 veces campeón del mundo (sufría de triscaidecafobia) si no el marcar claramente un patrón a seguir para la consecución de nuestros objetivos, demostrando que, independientemente de tu origen y posibilidades, sí se puede.

Otros enlaces de interés:

1. Cuando Ángel Nieto engañó a Franco. La viva imagen de un tipo espabilado y con desparpajo.

2. Ricardo Tormo. Un más que interesante vídeo sobre la vida del malogrado piloto valenciano y que refleja las vicisitudes de aquella época para salir adelante.

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RAFA, UN ENCUENTRO INESPERADO.

Ser diferente

He conocido a Rafa, mi compañero de habitación compartida, un chaval de 23 años muy especial de mirada entrecortada y una gran familia que le arropa, le mima y le quiere con una intensidad que no he visto en lustros.

Lo que pensé entonces que fue mala fortuna – la intervención quirúrgica de una fastidiosa hernia inguinal que se alargó más de lo previsto – me permitió estar allí, a su lado, para conocerle y escrutar la grandeza del ser humano en ese universo paralelo y separado que marcha a una velocidad distinta.

ReflexiónCuando la salud y el reposo nos dejan fijados y obligados en un lecho, nos damos cuenta como a nuestra escala de valores le faltan algunos valiosos peldaños.

 

Te percatas que la vida plena no es esa carrera estresante que te lleva de un lado a otro para ciertamente no llegar a ningún sitio.

Cuando llegué, Rafa ya estaba, y cuando me fui, él seguía allí. Espero de todo corazón le vaya bonito allá donde se encuentre en estos momentos. Una persona distinta que me ha marcado y cuyo recuerdo guardo en mi archivo mental de favoritos, ese lugar interior adonde de vez en cuando nos permitimos el gran lujo de ir para echar el freno, vislumbrar y valorar las cosas realmente valiosas.

Observado a Rafa y a su familia, uno se da cuenta de la grandeza, generosidad y nobleza que puede alcanzar el ser humano. Una lucha constante contra la adversidad que se ceba especialmente con los más débiles y que nos muestra claramente la senda para recuperar nuestra parte más solidaria, que desgraciadamente olvidamos demasiado a menudo.

Rafa asistía a diario desde Cocentaina al Colegio de Educación Especial Sanchis Banús de Ibi, hasta que, por motivos de la edad, tuvo que dejarlo. Quedó totalmente al cargo de su paciente madre por falta de plazas en otro centro más cercano, donde si eran aceptadas personas de más edad.

La forma de ser de Rafa, con sus rabietas incluidas, me dejó muy impresionado, sobre todo por el cómo se enfrentaba a sus dos enfermedades. La una, la constante que lo dejó transformado de forma permanente en un niño de 5 años, y la otra, la pasajera que le trajo a este hospital donde nos hemos conocido fugaz pero intensamente.

    Piratas del Caribe.Con Rafa todo es especial y diferente. Es un auténtico cinéfilo y seguidor de la saga de Piratas del Caribe. Conoce detalles insospechados y puntos de vista que nunca hubiera imaginado. Es un auténtico fan de Jack Sparrow y espera que algún día vaya a verle a casa sobre la montura de la Perla Negra. Dice saber que lo tiene difícil, pero que no pierde la ilusión de que un día se dejará ver por allí.

Star WarsTambién le apasiona el mundo futurista de Star Wars dónde siempre apuesta, como no puede ser de otra forma, por los Jedis. Varias miniaturas encima de su taquilla dan fe de su pasión por la serie completa que ha visto en numerosas ocasiones.

Cuando dejé a Rafa, él seguía a lo suyo con sus grandes y pequeñas cosas, con sus manías y su genio, con su madre perenne a su lado con ese temple que, según dicen, solo tienen los santos.

HOGAR, SIEMPRE EL ACOGEDOR Y DULCE HOGAR.

¡Cuánto valoramos lo que tenemos cuando llegamos a casa, esa guarida conocida que nos da calor y nos cobija!

Con la dilación y limitación de movimientos que tiene el enfermo convaleciente, conecto la televisión para una puesta al día en cuanto a los noticiarios y para ver entre tanto algún capítulo de mi serie favorita.

Los parones forzosos tienen dos lados. El bueno, es que te pones a hacer esas cosas y tareas para las que nunca tienes tiempo; el malo, es que, transcurrido un buen rato, te cansas y te hartas de todo y empiezas a echar en falta tus rutinas, incluso las más tediosas.

Es entonces cuando te preguntas si verdaderamente somos realmente libres y ricos en recursos o solamente cautivos de nuestras propias servidumbres.

Así de este modo y sin que sirva de excusa, con ese poder que nos confiere ese invento que es el mando a distancia – como una extensión de nosotros mismos – uno termina zapeando de un lado hacia otro en ese inabarcable dial de cadenas en el que se ha convertido el adulterado universo televisivo, donde prima más la cantidad que la calidad.

Lady DiMe detengo en el acontecimiento del día repetido en varias emisoras: el aniversario de la muerte de Lady Di, que tuvo lugar un ya lejano 31 de agosto del 2007. Acontecimiento que recuerdo tanto por la tristeza de cuando alguien muere como por la enorme repercusión que tuvo en su momento.

Hasta aquí todo bien, pero a partir del minuto dos, todo mal. Más que mal, pésimamente muy mal.

Buitres y tv.Los buitres de entonces y los carroñeros de ahora vuelven a sacar tajada de aquellas vidas truncadas por la violencia de un accidente de tráfico, motivado precisamente por la gentuza que vive del cotilleo miserable. Carnaza de entonces y carnaza de ahora para toda esa chusma de tertulianos bocazas de dudosa condición y de supuestos periodistas de investigación que, con sus montajes y ocurrencias sobre conspiraciones, siguen cebando a una audiencia ociosa e inculta.

Y es entonces cuando me acuerdo de nuevo de Rafa, ese chico especial de 23 años de mirada entre cortada y de su familia que siempre está a su lado.

Comparando el desfile de idiotas y de infames sinvergüenzas que viven descaradamente de las desgracias de los famosos – llanamente porque las fatalidades siempre venden – con la sencilla y rutinaria vida de Rafa, que sí está entre nosotros, me doy tristemente cuenta hasta donde llega la bajeza de la condición humana y sus escasos valores.

Hoy es precisamente uno de esos días de sensaciones encontradas dónde nos percatamos que estamos errando el tiro sobre lo que realmente es importante, porque nos centramos en la trastienda de la bazofia y la cochambre con la excusa del entretenimiento fácil.

tv basura.Ingente cantidad de recursos y de horas empeñados en sacar la basura de los demás a la intemperie para su exposición pública. Prensa amarilla, revistas del corazón, realities shows de todo tipo y a todas horas… donde se nos muestran tanto el postureo y la sonrisa postiza como los conflictos forzados más elementales y banales de ir por casa.

Dinero, tiempo y dedicación que hacen mucha falta para lo que realmente importa. Para esa plaza que Rafa y su madre necesitan cerca de su casa, para mi pequeña sobrina Sara, que también está ahí, y para muchos otros que son tan personas como nosotros y los tenemos casi olvidados.

Pero nos gusta más el relumbrón, ver salir bien guapos al personal en cada encuadre y porque en definitiva nos encanta ver la caída de los dioses, como para decir aquello de “¡tú también te jodes!”

Nos encaminamos hacia la sociedad del ocio, cada vez más longeva y con más tiempo libre. La revolución tecnológica está ahí en nuestra ayuda, si bien va a provocar cambios traumáticos con los que tendremos que aprender a convivir. Los robots y la inteligencia artificial darán un duro golpe a los trabajos repetitivos y de facto dejarán descolocados a un enorme número de personas. Un gigantesco cambio que nadie se atreve a calibrar en sus consecuencias.

En definitiva, más tiempo disponible y durante más años que tenemos que rellenar con inteligencia y con humanidad, para acercarnos a nuestros semejantes y a nosotros mismos.

Así, de esta forma, entenderemos mejor a personas como Rafa y a sus familias, pero también a nuestros mayores que lo han dado todo por nosotros y a todos aquellos que nos hacen la vida mejor, porque nos cuidan, nos protegen, nos educan… , pero también nos entienden. Y conocer significa comprender para ayudar dedicando parte de nuestro tiempo.

Solidaridad y buen ambiente.

La educación es esencial y buen modelo debe ser cercano, motivador y líquido, es decir, que se amolde como el agua al continente porque éste cada vez cambia con mayor rapidez. Educar ciudadanos reflexivos que piensen por ellos mismos y fomentar la solidaridad y la cultura del esfuerzo personal y los retos, junto con actividades que nos colmen de satisfacción y que nos alejen del ocio fácil de sofá y del mundo irreal.

Lo esencial es actuar y ser tú el motor de tu propia existencia y no conformarse en la comodidad de ser un actor pasivo que marcha al ritmo ambicioso e interesado que marcan otros.

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LA SALUD, UN ASUNTO MUY DELICADO.

Dieta Mediterránea

La salud es sin duda responsabilidad de todos nosotros. 

Hay que ser realistas, participativos y coherentes para mantener y mejorar nuestro sistema público desde una perspectiva global y decidida.

1. Transformando la escuela en un centro de formación para la vida sana. 

Porque pasamos allí muchos años de esa parte de nuestra vida dónde crecemos y nos formamos para el futuro, fomentando seriamente la alimentación equilibrada y variada más la práctica y el valor por el deporte, como pilares primordiales de una sociedad sana presente y futura.

Escuela y deporte.Todos hemos tenido un pasado escolar bastante extenso. Personalmente, nunca nadie en mi época de estudiante nos orientó sobre la alimentación, y en el caso del deporte, con dos horas a la semana con tres tablas de gimnasia y alguna carrera final, todo resuelto para cubrir el expediente de una de las asignaturas considerada menor y que todo el mundo aprobaba. Entre tanto, mucho esfuerzo y horas quemadas en adquirir otros conocimientos que nunca hemos utilizado en nuestras vidas y que, por su falta de uso, ya hemos olvidado.

Ahora, con nuestros hijos, lo cierto que hay una mayor sensibilidad general, pero se sigue echando en falta un programa completo y continuado para una formación práctica para el futuro, tanto académica como de valores.

Los chicos pierden el tiempo, se aburren o se estresan en una saturación de trabajos, deberes y actividades extraescolares, y no están totalmente centrados en lo básico que es aprender lo importante para prepararse para el futuro, tener valores personales, crecer sanos y especialmente para ser felices.

 

Es prioritario poner de relieve la alimentación sana y el deporte como materias impartidas por profesionales (médicos, nutricionistas, profesores cualificados…) para que los niños absorban desde pequeños sus valores y los asuman como propios.

Porque el secreto y la base de todo pasa por adquirir buenos hábitos.

2. Fomentando la educación y los valores sanos en casa.

Participando toda la familia – las escuelas de padres es una buena opción de arranque – para que todos conozcan bien las bondades y las maldades con información clara y concisa, pues al fin y al cabo, sus hijos son su responsabilidad y son los padres los que llenan la nevera en casa y tienen que dar ejemplo de vida sana.

(«La mejor dieta del mundo – parte 2»).

Los niños imitan, se impregnan y absorben todo lo que ven y escuchan a su alrededor, observan todo lo que hacemos y de cómo nos comportamos.

No podemos delegar la educación como responsabilidad exclusiva de la escuela ni descargar la crianza de nuestros hijos en otras personas, porque los pequeños necesitan tener unos patrones claros y continuos.

La buena educación es una tarea personal y de esfuerzo constante durante muchos años.

3. Creando unas condiciones y unas normas sanas en el trabajo.

Jornadas extensas dónde sin frescura ya no se rinde. Cargas de trabajo mal repartidas, provocando roces y mal ambiente entre los compañeros. Falta de aprecio y de reconocimiento por parte de la dirección con la consiguiente desmotivación. Vicios que se consienten y que, como todo lo malo, se expande como una epidemia invisible. Son varios aspectos, entre otros, que se deben evitar.

Hay que educar a los empleados en la cultura de la productividad inteligente sin estrés con una correcta gestión del tiempo, con horarios equitativos, formación constante y motivación.

Ambiente laboral bueno.
Fomentando un buen ambiente laboral y la productividad.

Con ello promoveremos una mejor y mayor conciliación del trabajo con nuestra vida familiar, siendo profesionalmente más efectivos, pero estando presentes allí donde realmente más se nos necesita.

Así de este modo, dispondremos de tiempo para la práctica de un deporte, fomentar una afición que nos apasione, pasar más tiempo en familia, disfrutar de nosotros mismos y siendo globalmente más felices teniendo una actitud positiva.

Separar el trabajo de la vida personal es un tanto decisivo en nuestro haber para un entorno sano y feliz.

4. Dando un valor extraordinario a la sanidad primaria como el pilar básico de nuestra salud presente y futura.

El llamado médico de cabecera no tiene que ser un pasante de recetas devorando pacientes cada cinco minutos, y cuya presencia en los ambulatorios se asemeja más a un acto de fe de quien parece soportar las quejas de sus pacientes de forma condescendiente.

Tiene que ser lo que debe ser: un médico de familia cercano que forme parte de nuestro entorno como casi un miembro más, que nos conozca bien y al cual respetemos profundamente por la gran labor que realiza.

 

Un facultativo de proximidad que implique a toda la familia en la necesidad de una alimentación sana y promoviendo la importancia de la actividad física. Que sepa identificar y advertirnos de los problemas con razonamientos poderosos y asimilables. Debe ser como el forestal que apaga los fuegos del verano anticipándose en invierno.

El médico de familia tiene que ser el primer eslabón de nuestro sistema de salud y, aparte del motivo centrar de curar, tiene que tener una vertiente educadora y comunicativa con sus pacientes con nombre y apellidos.

Con la edad, el problema no es llegar a mayor, sino cómo se llega. Hay que tener un objetivo claro a largo plazo.

Una buena sanidad primaria provocará menos y mejores enfermos mañana.

5. Exigiendo a nuestras instituciones públicas que se pongan las pilas – y los medios – para fomentar las condiciones propicias para una comunidad sana.

Todas las administraciones tienen que tener un plan consensuado a medio y largo plazo, por encima de las ideologías y de las ocurrencias del momento, para atender los profundos cambios que se están produciendo. Porque estamos hablando y tratando de temas muy serios.

Sí el problema es el dinero, en primer lugar, hay que aunar esfuerzos y evitar la duplicidad y la dispersión de los recursos y no dar la sensación de parecer el ejército de Pancho Villa, que cada uno hacía la guerra por su cuenta y cuando le apetecía. Ya sería un gran paso que no es tan difícil. Y en segundo lugar, mejorar todos los mecanismos de gestión y de control del gasto,

Nuestros gobernantes tienen la obligación de ganarse el pan cada día tal como lo hacemos todos. Y hay muchos frentes que abordar con profundidad, pero también un gran equipo humano detrás que hay que motivar e implicar.

Dedicar recursos para la formación de educadores en temas de salud y de bienestar físico porque, invirtiendo hoy ahí, ahorraremos mucho más en el futuro.

Pero también en campañas públicas de concienciación, motivación y de control de todo aquello que resulta ser malicioso para nuestra salud: la ingesta de alcohol a corta edad – más que evidente -, la polución del aire de nuestras ciudades – ese veneno en suspensión que nos mata lentamente-, la publicidad de productos que entran por los ojos pero que terminan entrando por la boca y que son poco o nada recomendables…

Hay dejar de un lado las siglas y los colores políticos para premiar y castigar la gestión de aquellos a los que encargamos el delicado encargo de gobernarnos y de administrar el esfuerzo de nuestras vidas.

Votando con sentido.
Premio o castigo con sentido. Tú decides.

Formamos parte de una sociedad más formada y mejor informada. Ahora tenemos a nuestro alcance toda una revolución tecnológica que nos permite estar interconectados y ser poderosos contra todo aquello que nos disgusta y nos agrede.

En estos momentos, sí que podemos influir y ser mucho más exigentes.

Hay que empezar a pensar por uno mismo y no centrarse exclusivamente en el «copiar y pegar».

(«En la ZONA VERDE Y AZUL: una experiencia muy personal»).

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EN LA ZONA VERDE Y AZUL.

ojos

Unos preciosos ojos de color miel me decían: “Tranquilo, no te preocupes. Estoy aquí.”

Eran solo unos ojos bien enmarcados por unas brillantes pestañas y delimitados por unas perfectas cejas ligeramente oblicuas. Una mirada desconocida pero sincera que transmitía serenidad y confianza. Una visión inesperada y agradecida en un momento delicado e ignoto para mí.

Unos ojos simétricos en posición dominante que se dejan querer al alcance de la mano, pero con un gran efecto tranquilizador, de paz y de sosiego. Una mirada experimentada y cultivada en el difícil arte de transmitir confianza en un periquete a un desconocido. Un destello de fe necesaria que sucede sin ser esperado.

Han pasado ya unas semanas y aún recuerdo esos ojos de color miel que nunca más volveré a ver. Únicamente existen en el recuerdo de mi retina cuando vuelven a sonreír de nuevo en mi mente agradecida. Fue solo un momento, breve pero triplemente bueno.

En un ambiente gélido y azul, bajo una luz de tonos fríos, repleto de diferentes zumbidos repetitivos y ante la soledad de un lugar repleto de personas ocultas que van a lo suyo, aquellos preciosos ojos de color miel me decían: «No te preocupes, todo irá bien. Sigo estando aquí.” Una luz blanca cálida en un lugar en penumbra, de dolor y de frenesí, donde la vida se puede marchar en un suspiro.

Instrumental quirúrgico.Fuera de mi zona de confort y sin mis lentes, cuya ausencia provocaban en mí una realidad un tanto deformada, pude adivinar escasamente su tez morena, su tamaño menudo y su diligente movimiento en un no parar entre bambalinas. Tumbado y desnudo tal cual sin más bagaje con el que llegamos y partiremos de este mundo, únicamente cubierto por una tupida sábana blanca, no pude ver más tras su mascarilla y atuendo verde.

Únicamente su tocado era distinto del resto: un gorro del mismo tono pero impreso de muñequitos sonrientes.

Gracias a este pequeño detalle, la tenía controlada como un niño pequeño hace con su madre a la que necesita tener siempre a tiro de vista. Gracias a su peculiar tocado, la localizaba entre toda la troupe de “verdes con mascarilla” que andaban de un lugar hacia otro, en una intensa jornada de trabajo donde la rutina se tropieza con la particularidad de cada caso, pues al fin y al cabo, se tratan de personas imperfectas que cuidan de otras personas más imperfectas aún y no precisamente en un momento perfecto.

Tras una espera, ni larga ni corta, pues en estos espacios el guion es mutante y los casos urgentes e inesperados se cargan cualquier programación, llegué expectante a la sala de operaciones a través de un largo pasillo de luces entrecortadas que discurrían por encima de mi cabeza.

Salud Intervención quirúrgicaCon la profesionalidad matemática del equipo asignado ese día – incluida la chica de los preciosos ojos de color miel – el cambio de camilla, la inoculación de la anestesia raquídea y la intervención, todo culminó al cabo de unas dos horas, algo más de lo esperado.

La ventaja de estar consciente durante todo el tiempo concede la increíble experiencia a todo aquel que, como yo, inquieto y con hambre de conocer más, es un actor central en la escena. Un protagonista pasivo, un cuerpo inerte de cintura hacia abajo que se deja hacer rendido sin remedio, pero cuya observación personal va a mil.

Una vez en la sala de reanimación, otra espera más hasta recuperar la sensibilidad perdida, pero observando y analizado todo este universo de nuevas sensaciones.

Lo que allí vi, viví y sentí es impagable, y toda esa gente vestida de verde merece una puesta en valor justa y necesaria, junto con todo el sistema sanitario público español, oro en paño que debe ser cuidado y mimado como uno de nuestros mejores y mayores activos. No bajemos la guardia aquí. No es negociable.

Con el equipamiento necesario y la profesionalidad de un gran trabajo en equipo, puedo afirmar que los milagros humanos sí existen.

La llegada desde paritorio de una grave complicación obligó a gestionar y a realizar una cesárea exprés casi a pelo para salvar la vida del bebé. El llanto ahogado por el dolor crudo, salvaje y desgarrador de esa madre, le quiebra el espíritu a cualquiera.

Y a la postre, lo que verdaderamente importa: vidas salvadas en el haber de nuestro valioso sistema universal de salud. Pero también el hecho de lidiar con otros imprevistos al mismo tiempo, como la complicación derivada de la intolerancia a un medicamento tras la intervención a una paciente y la estabilización de las constantes vitales en otro caso de sedación completa.

Hospital Alcoy
Los nuevos quirófanos en el Hospital de Alcoy

Cuando se trata de temas de salud, los errores deben ser mínimos, el nivel de exigencia máximo y los medios materiales los correctos y más avanzados. El grado de formación, el nivel de experiencia y la gestión de los equipos son una garantía de futuro. Futuro este que no debemos ni podemos dejar que se deteriore.

Porque la salud, junto con la educación, son pilares básicos de nuestra comunidad. 

A nadie escapa que nos encaminamos hacia una comunidad envejecida donde la pirámide de la población se está invirtiendo.

La esperanza de vida es cada vez mayor y la llamada tasa de reposición menor. Los bayboomers, los más numerosos de todas nuestras generaciones, ya empezamos a utilizar con mayor asiduidad nuestro sistema de salud y en unos años llegaremos a la jubilación en tropel. Sin tener un plan ahora, negros nubarrones se avecinan para todos.

Hace falta valentía y previsión a nuestras autoridades, del signo que sean, para estar preparados en el futuro articulando las medidas necesarias desde ahora mismo.

No sirve aquí la política de gesto fácil y a corto plazo, dónde demasiados han demostrado que no han entrado precisamente como servidores públicos por una sana y altruista vocación. Los dineros son necesarios, pero también una buena y honrada gestión de unos recursos que no son infinitos.

La salud empieza por la prevención a largo plazo, donde todos debemos de ser partícipes sin excusas.

La salud, un asunto muy delicado.

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MI PADRE Y EL REY.

La cara de la mentira

Mi padre y el Rey emérito pertenecen a esa sufrida generación de los años 30 a la que tanto debemos.

Príncipe Juan Carlos en Ibi
El Príncipe Juan Carlos en Ibi. Año 1952.

Ojeando la prensa en un momento de asueto, me tropecé con un buen artículo que versaba sobre la nueva corte de nuestro querido rey emérito D. Juan Carlos, allá en las verdes, amables y frugales tierras gallegas de Sanxenxo. Y como la curiosidad puede ser el camino tanto para la sabiduría como para la perdición, me metí en tarea de saber más del personaje y que era de su vida tras su abdicación, asaltándome entonces varios recuerdos de otros tiempos.

Esto es lo que ocurre cuando uno se pone a discurrir por cuenta propia. ¡Vaya desfachatez y osadía, dirían algunos!

Cuando se vive el 23 F en 3D en directo y en primera persona.

Allá estábamos sentados mi primo Pepe y yo en el portal del entonces Hostal Venecia que daba a la antigua plaza del Caudillo, en la céntrica Valencia de aquel 23 de febrero de 1981, cuando nos alcanzó el fragor de un desconocido ruido para unos chavales imberbes de diecisiete años. Primero fue el chirrido de las orugas, pero sobre todo lo que vimos a continuación, se nos grabó a fuego de por vida en nuestras sencillas mentes de adolescentes de aquella época: las impactantes siluetas de los tanques desfilando al fondo de la calle San Vicente.

Personalmente sentí miedo, pero no esa sensación concreta y reconocible. Era un miedo puro, primitivo, paralizante y frío.

Una vez recuperadas nuestras sensaciones mecánicas, subimos corriendo adentro del edificio como posesos. Inicialmente nuestros mayores no nos hicieron mucho caso, pero pronto se dieron cuenta de la situación e intentaron tranquilizarnos.

Tampoco ayudó en demasía los comentarios de un huésped británico que, viviendo en El Úlster, nos decía tan ricamente que eso de los tanques y de los soldados armados por las calles era como tomar el té de la tarde en su país. Entonces no, pero igual hoy se hubiera llevado de suvenir un buen par de hostias, el buen señor.

Luego, unas horas más tarde, salió el monarca en la televisión ganándose el sueldo y nuestra admiración y respecto en su famoso discurso de la madrugada siguiente. El resto, ya es historia.

Discurso del 23 F
Discurso de D. Juan Carlos. Madrugada del 24/02/1981.

Y allí fue donde tomé el primer contacto consciente de D. Juan Carlos y de su papel en nuestra historia reciente.

Pero tras esta ya lejana evocación, me llegó a la mente el recuerdo más cercano de mi buen padre por pertenecer ambos a la misma quinta, y como la vida, por mucho que se diga, se profese y se confiese, es injusta. Quizá sea inevitablemente injusta, pero decididamente así es.

Durante una comida, observé fijamente como finiquitó en lo que se da y se recibe una bendición a destajo, ese plato de comida caliente, cuyo caldo aún lanzaba borbotones, mientras que el resto nos jugábamos los labios con la cercanía de la misma cuchara. Nunca he sido preguntón, pero en aquel instante, por pura necesidad y curiosidad, le espeté:

  • «Papa, ¿no te quemas? ¿Por qué comes tan rápido?»

Alzó la mirada, se enchufó una buena calada de su celta corto, y tras exhalar el humo suave y largamente, me contestó escuetamente:

  • «Hijo, si en la mili no te dabas prisa, no comías.»

Hay imágenes que valen más que mil palabras pero también hay sentencias tan densas en tan pocas sílabas que ilustran más que un trimestre académico.

Mi Padre y el Rey compartieron siglo. Vivieron y sirvieron en el mismo país bajo el yugo celosamente gallego del general Franco. Formaron una familia, vivieron la transición y la misma llegada de la democracia, donde todos ya éramos iguales.

Con los años, ambos fueron envejeciendo y vieron crecer a sus hijos y disfrutaron de su familia y amigos. Y vieron adecentar y mejorar un país llamado España como nunca se había visto y conseguido antes.

Hasta aquí todo muy correcto, bonito y democrático. Hasta podrían haber sido colegas y haberse hecho unas cañitas con unos sabrosos pinchos, ¿cierto? Al fin y al cabo, ambos nacieron en la misma época y por idénticos mecanismos biológicos. Tenían las mismas necesidades vitales. Y a nivel genético, eran exactos. Vamos, todo lo necesario para un fair play como se dice ahora.

Pero como era de esperar, no se conocieron y tuvieron destinos diametralmente opuestos como sí de dos universos paralelos se tratara.

Lo totalmente cierto, la contundente realidad, la verdad incuestionable, es que mientras mi padre – como la inmensidad de todos los padres y madres – se deslomaba en sacar día tras día una familia adelante y contentarse con efímeros y sencillos placeres, el vividor del borbón andaba a golpe de gorra y de riñón disfrutando de la buena vida. Nada nuevo bajo el sol de la dinastía. Y que conste que me cae muy bien.

Hace ya unos años, mi padre falleció (hasta ahí digamos que la vida le fue también injusta) mientras su quinto, ese picha brava insaciable, amante de la buena mesa, del esquí y de los yates, campechano y sobón… aquí sigue reinventándose así mismo tras sus propios líos familiares, perfectamente y muy bien jubilado, haciendo lo que quiere y rodeado de una pequeña corte gallega que le mima con esmero.

Quizá sea todo una gran mentira como en Matrix, dónde nada es real aunque lo parezca, pero preferimos que así sea. Recordemos lo que dice Cifra, uno de sus villanos mientras saborea un buen trozo de carne:

  • «¿Sabes? Sé que este filete no existe, sé que cuando me lo meto en la boca es Matrix la que está diciendo a mi cerebro, es bueno y jugoso. Después de nueve años, ¿sabes de lo que me doy cuenta? La ignorancia es la felicidad.»

Puede ser que a pesar de todo, la vida de D. Juan Carlos sea un fraude desde el principio y su matrimonio una magistral puesta en escena; que el famoso vídeo del 24 de febrero de 1.981 no sea más que un montaje necesario; que sus amantes y queridas lo hayan sido por ser quien era, y que al fin y al cabo, ha sido un actor más con un papel relevante en nuestra historia más reciente.

Pero como estamos en la sociedad del internet de las cosas, los affaires acaban por desbordarse cual tsunami, volviendo a todos más humanos, más visibles y más imperfectos, con su vida marital inexistente, con sus yernos que ya no son sus yernos – más o menos, según el caso – y su otrora amante princesa germana, resulta ser ahora que ni era princesa, ni tampoco alemana.

Siempre mentiras que tapan a otras mentiras.

Imagen mentira
La imagen de la mentira y las dos caras.

Y la vida de mi padre (y cuando digo padre, me refiero a todas las madres y a todos los padres normales de este mundo), también ha sido un fraude, pero un fraude mucho más real y cercano, basado en la mentira institucional, la manipulación desde arriba, la explotación y la obediencia para que unos pocos mantengan el tinglado reluciente por fuera aunque carcomido por dentro.

Como he dicho con anterioridad, D. Juan Carlos me cae realmente bien aún sin conocerlo y por los buenos servicios que ha prestado a España. No como otros que sin tanto glamur ni pizca de caché, nos han esquilado y esquilmado, nos han mentido y rementido para finalmente mofarse en nuestra cara de perfectos paganos (del verbo pagar, ¡claro!)

Este post es realmente para todos esos sinvergüenzas con cara de sinvergüenzas y que actúan como sinvergüenzas. Para todos esos políticos ladrones que se sentían impunes en sus cortijos y en sus decisiones. Para esa caterva de aduladores, pelotas y rastreros de toda condición con sus estómagos agradecidos, muchos periodistas incluidos.

servilismo
Servilismo y adulación.

Para todos estos sujetos es realmente esta entrada, como medio de expresar el enfado y la impotencia de una gran mayoría, pero muy especialmente para confirmar que nuestro mundo es imperfecto, formado por seres humanos imperfectos y que la pretendida y cacareada igualdad sencillamente no la encontraremos porque llanamente no existe.

Gracias a la revolución tecnológica, tal vez sepamos algo más de la verdad, pero quizá no estemos preparados y es más cómodo mirar hacia otro lado. Pensemos de nuevo en las palabras de Cifra.

Tanto mi Padre como el Rey, como todos, han vivido representando sencillamente el papel que le ha tocado en suerte de la mejor forma posible.

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JOHN LENNON Y CATALUÑA (2)

John Lennon Ringo Star Almería

… Ahora, 50 años después.

Desde aquel encuentro casual, ha pasado mucho tiempo y grandes y pequeñas cosas han cambiado en nuestro país. Y mucho, por cierto.

La Dictadura llegó a su fin y, en un periodo llamado La Transición, una savia fuerte y determinada de jóvenes políticos, con un rey con visión de futuro, nos llevaron a la senda de nuestro destino europeo gracias a la Democracia.

Hubo que llegar necesariamente a acuerdos ponderados y a puntos intermedios de coexistencia, a una especie de reconciliación nacional que ahora, inclusos algunos, ponen en duda.

Años especialmente difíciles fueron los 80, dónde poco a poco se tuvo que ir desmontado toda la estructura del régimen anterior. Un ejército sobre dimensionado y nostálgico de la vida cuartelera y de tiempos mejores (intento de golpe de estado del 23-F); la lacra social de las bandas terroristas (con ETA a la cabeza);  y muy especialmente aquella difícil reconversión industrial de aquellas estructuras y empresas obsoletas (otrora orgullo del franquismo) que eran inviables en una nueva España abierta al mundo.

Los dos principales partidos se alternaban en el poder y, para sorpresa de algunos, ni se volvieron a quemar iglesias ni a perseguir a los que pensaban de forma diferente.

unión europea
Un gran día: 12 de junio de 1985, firma de Tratado de Adhesión a la Unión Europea.

Y nos incorporamos a la Unión Europea de pleno derecho aquel lejano año de 1986. Un hecho de gran y vital importancia para saber y conocer adonde hemos llegado hasta hoy.

Habíamos madurado como país y éramos un referente internacional con nuestra trabajada y buena Transición, con aquellos padres fundadores que nos dieron la Constitución de 1978.

Gracias a este inusual y próspero período de paz de nuestra historia reciente, hemos logrado ser mejores y más solidarios en general.

La gente más necesitada y pobre del país no tenía el porqué ya emigrar necesariamente a la capital o a la periferia más rica e industrial, tal como había ocurrido en tropel durante los años sesenta y setenta.

Aquel garrulo, inculto y matón de nuestro film, seguramente dejó atrás sus cuatro tomateras y sus pocas gallinas flacas y secas para tomar rumbo a otro destino, seguramente Cataluña. Allí se incorporaría a una de las muchas fábricas del cinturón industrial de Barcelona. Trabajaría duro, pero tendría esperanza. Se casaría y formaría una familia allí en su nueva tierra de acogida. De vez en cuando, a la larga, iría al pueblo de visita, pero poco más, porque el billete terminaría siendo siempre de ida y vuelta.

Y llegaron las Autonomías…

Hoy en día, Almería ya no es aquella tierra de las tres cosechas (para bien y para mal) ni de la fuente dónde manaban constantemente los emigrantes que engrasaban y enriquecían la maquinaria del progreso de otras regiones como Cataluña.

Gracias al pundonor de sus gentes y a la solidaridad entre territorios (también en lo europeo), hoy por hoy se ha convertido en esa despensa nacional y europea con una agricultura intensiva pujante, reconocida y rica. Pero también en una creciente industria turística y de servicios que ha permitido a sus habitantes quedar fijados en su amada tierra para seguir creciendo.

Esta es la existencia de una España que, con sus diferencias, es igualitaria y solidaria.

Sin embargo, los antiguos y viejos problemas del pasado se atisban como un tsunami que puede poner en peligro este equilibrio.

El provincianismo, la ceguera ante un mundo cada vez más globalizado y un nacionalismo mal entendido y explicado, pero especialmente pésimamente liderado por unos zorros disfrazados de ovejas, amenazan con dar al traste con todo.

Cuando una mentira, de tanto repetirla, se convierte en verdad.

Hay mitos y certezas que se amplifican y se deforman interesadamente. Errores y abusos los hay y deben ser erradicados en función de una correcta gestión y un control efectivo. Hay que ganar en transparencia.

La historia y los hechos son los que son, nos gusten o no. El cambiar el orden de las cosas y su contenido, nos arrastran hacia la mentira y a un odio irracional  en favor de oscuros intereses.

Lo más chocante de todo es observar, de forma perpleja, como son precisamente aquellos hijos y nietos de emigrantes de hace más de cuarenta años, quienes abanderan con más firmeza y arrogancia la bandera del separatismo. Movimiento este que tiene como argumentario demagogo y simplón atacar precisamente a sus orígenes, a sus apellidos y, tristemente, a su propia sangre.

He estado en Cataluña en numerosas ocasiones. Tengo grandes amigos allí. Disfruto de su más que interesante gastronomía. Es gente trabajadora y emprendedora. Y lo cierto es que siempre me he sentido como en casa.

PobletHe visitado el Monasterio de Poblet, con el Panteón Real de la Corona de Aragón. He estudiado su historia. Conozco bien su lengua y aprecio su cultura.

¿Qué son diferentes al resto de españoles? Sí, pero del mismo modo que es distinto un señor de Pontevedra a un gaditano, y por eso no dejan de ser ambos ciudadanos de España.

En una ocasión, hace ya varios años, durante una cena en solitario en el restaurante Reina del carrer Mallorca de Barcelona (precisamente regentado por un madridista), presté atención a la conversación de la mesa vecina. Porque al final, la sabiduría y la verdad están siempre en la calle.

Allí estaban sentadas tres personas. Una chica joven que afirmaba con total sinceridad que no se sentía para nada española, y un señor de más edad (que por la forma de hablar no era su padre), le rebatía que vivíamos en un mundo cada vez más pequeño y que, en definitiva, uno podía ser dos cosas a la vez sin ningún tipo de problema: catalán y español.

Dos posiciones enfrentadas pero tratadas con respecto mutuo, ese que parece ahora que se ha perdido en esa fabulosa tierra que es Cataluña, mal tripulada por unos personajes que parecen sacados del camarote de los hermanos Marx.

A mi entender, tampoco el gobierno de España ha hecho bien su parte durante décadas. Muchos han sido los errores continuos en un sistema autonómico que empieza a hacer aguas como el mismo Titanic.

Entre las virtudes de nuestro actual presidente del gobierno no destaca precisamente su velocidad y el tomar el toro por los cuernos. ¿Quizá será porque es gallego, y, por lo tanto, no lo puede evitar? Difícil la papeleta que tiene, pero algunos problemas no se solucionan solos. Y se echa en falta una más que necesaria visibilidad que siempre le faltó a este hombre.

Y un pelín de mayor sensibilidad para los que, como un servidor, viven en la periferia y en ocasiones nos sentimos tratados con cierto paternalismo.

En otro lado, tenemos al ejército de Pancho Villa. Un (Ex) President que está en fuga con su reducida corte de prófugos a gastos pagados, un (Ex) Vice-president que sigue en la cárcel y unos socios anarquistas que son muy poco de fiar. (Los llamados antisistemas que viven ahora precisamente de él).

Ojalá cuando salga este post, esté todo en vía de solución, pero las heridas son tan profundas, que será una senda difícil pero necesaria de recorrer.

Pero la pregunta que nos debemos plantear es la siguiente:

¿Queremos volver a la época de cuando John Lennon visitó España, aquel país pobre y retrasado, o por el contrario, queremos mantener y seguir mejorando todo lo que ahora tenemos y disfrutamos?

Volver tan atrás no será posible ni necesario, pero es importante arrancar siempre desde una zona cero, un punto de partida, que nos permita tener esa visión en perspectiva para analizar dónde estamos ahora.

Seamos inteligentes y hablemos del mundo real. Nadie sobra aquí y todos somos necesarios. Que los políticos de cercanía no envenenen nuestras mentes contra nuestro vecino de al lado. ¡Ya está bien de una vez para siempre!

El manido eslogan de «Espanya ens roba» es también trasladable a un «Lleida ens roba» en el caso de un barcelonés, ¿no? Y por supuesto, dentro de la misma ciudad condal, hay barrios y barrios. ¡Y caramba! dentro de mi comunidad de vecinos, seguro que el del primero paga más impuestos que el de tercero. ¿Pensamos que este último también «ens roba?»

En Alemania hay un total de 16 länders, pero realmente son cuatro los que aportar la mayor riqueza. Lo mismo ocurre en los Estados Unidos, dónde ambas costas, y unos pocos estados más (como Texas o Illinois) hacen del país en su conjunto la gran potencia que es.

Un gran banco español, con su sede en una gran ciudad, liquida sus impuestos allí, pero la mayor parte del negocio lo realiza en su tupida red de oficinas en todo el territorio nacional. Por lo tanto, todos participamos de todo, ¿no?

¡Seamos serios de una vez por todas!

Un país equilibrado y rico, siempre es mejor para el conjunto, del mismo modo que lo es la clase media para cualquier sociedad avanzada, puntera y sostenible.

El señor de Almería, que tiene un sueldo suficiente porque produce y vende sus hortalizas en Cataluña, podrá a su vez comprar un coche fabricado en Martorell. Y ese operario de la SEAT podrá, con su paga extra, ir de vacaciones a Alicante. Y a su vez, el currito de la terreta, dispondrá de un dinerito para ir a ver su hija que está estudiando en Madrid…

Ningún tonto tira piedras a su propio tejado… ¿O sí?

Entrada asociada:

John Lennon y Cataluña (1)

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JOHN LENNON Y CATALUÑA (1)

John Lennon Almería

Cuando Antonio le ofreció a aquel niño de aspecto harapiento y menesteroso un más que valioso balón de fútbol fabricado en cuero, aquel le espetó:

– Gracias señor. Y para comer, ¿qué?

La cara de Antonio, ese voluntarioso profesor de inglés adelantado a su tiempo, se quedó inmóvil durante unos escasos pero largos segundos, hasta que, reaccionado de una forma un tanto atolondrada, sacó unas monedas de su bolsillo y se las entregó al rapaz que estaba esperando con determinación al otro lado de la ventanilla de su coche.

Éste sonrió, y se largó feliz con su escaso pero valioso botín bien preto en su minúsculo puño.

Antonio quedó al desnudo cuando realmente esperaba otra respuesta, dándose de bruces con un estado de las cosas del lugar y de sus gentes que nada tenía que ver con el sueño motivo de su periplo por una tierra casi yerma, atrasada y sin oportunidades.

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EVEREST 1996: LA TORMENTA PERFECTA.

Escalar Everest

Cuando los agoreros, a tiro pasado, se convierten en falsos profetas.

Se habló mucho de la rivalidad entre ambos líderes de ver quien era capaz de llevar el mayor número de clientes y en menos tiempo a la cumbre, como forma de promocionar sus propias empresas y egos. Pero lo cierto es que acordaron colaborar durante una reunión previa, lo cual era bueno y acertado, si bien cada cual defendía sus propios intereses. Por lo tanto, fueron otras las causas relevantes que provocaron la catástrofe.

Expedición comercial Rob Hall
1996: el equipo de la expedición de Adventures Consultants de Rob Hall

La falta de preparación de gran parte de los clientes fue un gran y grave problema, provocando una lentitud y una pérdida de energía para todos los expedicionarios, que fueron letales en el momento del descenso. Se intentó compensar esa falta de experiencia con guías y sherpas adicionales, pero cuando se está allá arriba, todo depende de uno mismo.

En la denominada zona de la muerte, en el C4 a 8.000 metros de la cumbre, el género humano se empecina en machacar su propia biología.

Allí, a esa altura, no puede existir forma de vida alguna. El oxígeno es tan tenue que la degradación del cuerpo es irreversible sí se está demasiado tiempo allí. Antes de llegar a esta línea roja, nuestros órganos sufren y se van aclimatando al cambio de altitud, pero a partir de los 8.000 metros, se rinden y dicen “basta”. Se pierde todo vigor y el sentido de la orientación desaparece junto con la aparición de una euforia con la conciencia de un niño de 6 años. Nada recomendable en esas condiciones. La hipoxia o falta de oxígeno y sus consecuencias (edemas) son y eran bien conocidas entonces, pero nadie quería quedarse atrás.

A partir de esa altitud, la cruda realidad es cada uno debe de valerse por sí mismo y el hecho de ayudar a un compañero puede acarrear la propia muerte.

No hay más que observar los cadáveres que permanecen allí como testigos tras décadas de abandono y que nos son factibles recuperar.

Y el problema no es llegar, sino cuando se llega y cuando se desciende. Todos sabían que la hora límite para alcanzar la cumbre principal eran preferiblemente las 13:00 horas (con tope a las 14:00) y que sí llegado ese tiempo la misma no había sido hollada, había que darse tristemente la vuelta tras un agotador esfuerzo de más de 10 horas de escalada, donde la falta de oxígeno y el mal de altura hacen que cualquier movimiento se ralentice y se convierta en un suplicio agotador.

Con temperaturas extremas por debajo de lo -40 grados centígrados, las noches al raso y sin referencias visuales claras son una trampa mortal.

Escalón de Hillary
Un último escollo: salvar el escalón de Hillary.

Lo cierto es que muchos llegaron demasiado tarde, incluso con varias horas de retraso, por lo que los graves problemas estaban garantizados. La falta general de tablas de los clientes, la larga marcha ralentizada, algunos problemas de salud, el gran tráfico existente ese día 10 de mayo de 1996 – especialmente en el llamado “escalón de Hillary” -, la falta de cuerdas/guías en puntos clave y una repentina y violenta tempestad prevista para el día siguiente, sellaron el destino de muchos sin remisión, incluidos el de los dos líderes de ambas expediciones.

Dos formas enfrentadas y antagónicas de entender la escalada.

Pero también se puso de manifiesto como el egoísmo y el desprecio desempeñaron un papel crucial. Cuando algunos clientes fueron advertidos que tenían que regresar sin haber llegado a la cima porque se cerraba la ventana de seguridad, no lo hicieron y perseveraron en el intento a costa del sacrificio de otros. Y en el fondo, algunos guías experimentados, despreciaban la actitud de quienes pagaban su nómina, porque pensaban que el dinero allá arriba no tenía valor y que la montaña te tenía que merecer antes por lo que eras, no por lo que tenías.

Cuando lo arriesgas todo y no miras atrás ni valoras todo lo que puedes perder tanto tú como todos aquellos que te quieren y te necesitan.

Cuando la polémica está servida: pasando de villano a héroe.

En su libro «Mal de altura«, el expedicionario Jon Krakauer induce como el mejor himalayista del momento, el kazajo Anatoly Boukreev, cometió el error de ascender sin oxígeno, lo cual motivó que no estuviera más fresco para poder ayudar a los clientes en dificultades. Cuando se desató la tormenta que sorprendió a muchos en el descenso, perdiendo la visibilidad y la orientación, salió de su cobijo hasta que no pudo más y, a riesgo de su propia vida, rescató hasta a tres personas que estaban sentenciadas.

En su libro «Everest 1996. Crónica de un rescate imposible, Boukreev se defendió con su versión de los hechos y Krakauer terminó por disculparse. Lo cierto es que ninguno de sus clientes murió aquel día. El kazajo perecería en 1997 intentando la ascensión del Annapurna.

«Las montañas no son estadios donde satisfago mi ambición de logros, son las catedrales donde practico mi religión. Yo voy a ellas como las personas van a la oración. Desde sus majestuosas cimas veo mi pasado, sueño el futuro y, con una inusual agudeza, experimento el momento presente… mi visión se aclara, mis fuerzas se renuevan. En las montañas yo celebro la creación. En cada viaje (a ellas) nazco de nuevo.» (Frase que figura en la lápida en recuerdo de Anatoly Boukreev, a los pies del Annapurna).

El Everest, siendo la cumbre más alta, no es ni la más peligrosa ni la más técnica y exigente de los catorce “ochomiles”, pero sí el trofeo más deseado.

También en 1996 tenemos el caso de Bruce Herrod, un conocido escalador, que no encontrándose nada bien, llegó a la cumbre empujado por la euforia que provoca la hipoxia a las 17:00. Y allí se hizo una foto sin saber que era ya un cadáver en vida.

Tras el grave fiasco de mayo de 1996, la gente ha seguido subiendo y muriendo por hacer cumbre en un absurdo que, poco a poco la codicia del hombre, se ha ido encargando de hacerle perder el glamur de antaño.

Cuando llega el dinero y la masificación, también desaparece el interés y la sensación de exclusividad.

campo base Everest
Masificación en el campo base del Everest

En el circo del Everest todos sacan tajada, empezado por el gobierno nepalí, con el precio de las autorizaciones, y terminado por los mismos sherpas que, en plan corporativo, han llegado a hacer “suya la montaña” como medio de ganarse bien la vida, guiando a cualquier seudoalpinista a través de cuerdas fijas como si formara parte de un rebaño.

Y cuantos más mejor: mejor la cantidad que la calidad. De este modo, incluso los verdaderos profesionales que van por libre – y no pagan tanto – no son bien vistos.

Cima Everest
Objetivo alcanzado: en el techo del mundo.

La falta de caché que ha experimentado el ascenso, la masificación existente, la búsqueda de cualquier tipo de récord por absurdo que este parezca – ser el más joven en llegar a la cumbre o el más mayor, el primer discapacitado, el primer ciego… – la sensación de ser exclusivamente un puro negocio para turistas ricos, ha provocado en los últimos años una pérdida de interés por alcanzar el techo del mundo.

Incluso el gobierno nepalí ha rebajado de forma relevante el coste de los permisos. Es decir, hasta aquí ha llegado el “low-cost”. Y quizá sea demasiado tarde.

Hace unos meses asistí a una conferencia sobre alpinismo dada por el montañero vasco Alex Txikon. Mi gran interés era conocer en directo de que pasta está hecha esta gente y el porqué se juegan el tipo así.

Según explicó, ahora el objetivo es hacer cumbre en invierno, es decir, en condiciones más adversas aún y con menos horas de sol, lo cual ha conseguido hacer en el Nanga Parbat de 8.126 metros de altura en 2016. En estos momentos está preparando hacer lo propio en el Everest.

Realmente flipante.

Pero me quedo especialmente con sus últimas palabras: “allí arriba hay mucho talento pero poco grupo”.

Dicho de otro modo, cuando las cosas van mal, cada uno va a lo suyo sin importar el resto, tal como le ocurrió el británico David Sharp en el 2006 que, estando exhausto en el descenso, se detuvo y pasó la noche como pudo. Nadie le ayudo al día siguiente, a pesar de que pasaron por su lado más de 40 montañeros. ¿Por qué? Cualquiera que hubiera participado en el rescate se habría quedado sin subir al deseado Everest.

Todo realmente muy, pero que muy triste y lamentable: no cambiar un efímero momento de gloria personal, que no importa realmente a nadie, por intentar salvar una vida humana.

Así de penosa puede llegar a ser nuestro lado oscuro de la condición humana.

El Everest y la delgada línea roja.

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EL EVEREST Y LA DELGADA LÍNEA ROJA.

Himalaa Puesta de Sol

Cuando Jan Arnold, embarazada de su hija, habló vía satélite aquel fatídico 11 de mayo de 1996 por última vez con su marido, el también himalayista Rob Hall, era ya demasiado tarde. Con la suerte echada, entre palabras de ánimo y de arenga para intentar hacerle salir de aquel infierno blanco, la última conversación sonaba a una triste y definitiva despedida en directo: Te quiero. Que duermas bien, mi amor. Y no te preocupes demasiado.

Everest
Monte Everest desde su cara norte.

La pasión por la escalada los había unido y ahora los separaba para siempre.

Los días 10 y 11 de mayo de 1996 fueron especialmente aciagos para el mundo de la escalada de alta montaña: tres expediciones comerciales, dos de ellas comandadas por Scott Fischer y el ya citado Rob Hall, ambos experimentados montañeros que habían alcanzado la cumbre del Everest en varias ocasiones y que eran muy apreciados en aquel momento, fueron diezmadas durante el descenso del techo del mundo.

El éxito del ser humano en el planeta es una curiosa aleación entre la voluntad y el deseo de superación y la pasión por el riesgo irracional.

Hillary y Tenzing 1953
Hillary y Tenzing 1953

Desde el primer ascenso registrado allá por el ya lejano 29 de mayo de 1953 por los conocidísimos Edmund Hillary y Tenzing Norgay, la “Madre del Universo” (tal como se conoce la montaña en el Tibet) siempre se ha cobrado su propio peaje, pero nunca con tanta codicia hasta entonces. Un total de 8 personas perecieron ese día y otras más lo harían más tarde debido a sus graves secuelas.

Lo acaecido allí en la primavera de 1996 fue la suma de un cúmulo de decisiones humanas erróneas más el siempre decisivo factor de la mala suerte, tal como comentó la alpinista española Araceli Segarra, primera mujer de nuestro país en alcanzar la cumbre precisamente unos días más tarde de la tragedia y que participó en el rescate.

La imagen del alpinista, ese tipo duro, soñador y altruista, que escalaba por el placer de hacerlo, había dejado de existir como tal.

Ascensión al Everest el 10 de mayo de 1996

El llamado Desastre del 96 tuvo una enorme repercusión debido a la gran controversia que suscitaron las llamadas expediciones comerciales, donde importaba más el bolsillo y los caprichos de unos tipos mimados que la experiencia y la preparación de los clientes. Cuando el objetivo principal es ganar mercado, prestigio y dinero, nos estamos situando en un lado oscuro y peligroso que nos puede hacer saltar por los aires.

El best-seller “Mal de altura”, del periodista, escritor y montañero estadounidense Jon Krakauer, que estuvo también allí, formando parte de uno de esos grupos guiados, también relató y atizó el debate, desde su punto de vista, sobre las circunstancias que llevaron a la hecatombe.

¿Pero realmente qué falló en aquella funesta ascensión y posterior descenso del 10 de mayo de 1996?

Cuando la arrogancia, la soberbia y el egoísmo forman un cóctel muy peligroso cuando se juega al límite.

Los peligros eran bien conocidos. Los riesgos estaban ahí, permanentes pero cambiantes a la vez. Las normas y los protocolos eran claros y estaban para respetarlos. Los líderes y los guías eran los responsables de la vida de sus clientes y de las suyas propias.

¿Por qué entonces arriesgar lo más valioso, la vida misma? ¿Por qué ansiar, anhelar y desear fervientemente llegar a la cima, con el peligro de perderlo todo? ¿Por alguna recompensa especial? ¿Por algún tipo de promesa individual?

Llanamente «porque (el Everest) está ahí.»

Todos conocían la dureza y que ocurría en la llamada “ZONA DE LA MUERTE” a partir de los 8.000 metros de altitud. Los cadáveres, como mojones que marcaban la ruta, estaban ahí también como un cruel aviso de advertencia. Incluso, otra expedición, la internacional IMAX con la que se cruzaron, les advirtió que no lo tenían claro y que lo intentarían otro día. Pero siguieron subiendo obstinadamente. Prácticamente toda la parte que ponía el hombre, falló.

¿Qué empuja al ser humano, racional y preciso, a tomar riesgos descabellados?

Hace unas fechas vi el film Everest que versa sobre la catástrofe, cuya proyección avivó mi eterna curiosidad por saber más acerca de lo que empuja al ser humano, que presume de ser inteligente y lógico, a convertirse en un ente sin sentido, en busca de su propia perdición en función de una serie de desafortunadas decisiones en cadena que, sumadas al rugido feroz de una naturaleza en contra en un momento de lo más inoportuno, forman un cóctel idóneo para la tormenta perfecta.

Everest película
2015 Everest, la película. Puesta en escena de la tragedia.

Y como suele ocurrir en casi todas las desgracias, el lado oscuro del ser humano siempre puntúa a favor de las mismas. Cuando la pasión y el afán sano de superación dan paso al mercantilismo y a la cuenta de resultados, los problemas están garantizados. Todo es siempre cuestión de tiempo. 

Mi curiosidad es saber el porqué el hombre se empeña y se enroca en alcanzar objetivos y metas para los cuales no ha sido diseñado y cuya necesidad lógica es cero. Parece claro que la aventura y el riesgo forma parte de nuestro ADN. Y también está demostrado que, sin ese carácter emprendedor y hasta cierto punto arrogante, la humanidad no habría llegado hasta donde nos encontramos ni a existir en este planeta como especie dominante.

La pregunta, o mejor dicho, la certeza es saber dónde está la línea roja que separa el afán de superación de la simple locura, de separar los buenos propósitos del egoísmo puro y duro que envilece y saca lo peor de nuestra especie, incluso contra nosotros mismos.

Cuando triunfa la soberbia y se impone la falta de respeto por un exceso de confianza, estás retando peligrosamente al destino. Sí tus cartas son malas y la suerte no te acompaña, pero sigues adelante por más señales de aviso que recibas, estás perdido.

En lo personal, lo cierto es que nunca he realizado ningún deporte relacionado con el mundo de la montaña ni mucho menos con el alpinismo, pero por una extraña razón que nunca he logrado entender, siempre ha sido una actividad que me ha producido gran curiosidad y atracción.

Everest cima
Vista desde la cumbre del Everest. Se puede apreciar la curvatura de la Tierra.

El ser humano es una criatura llena de contradicciones que va más allá del ser vivo que es con su propio ciclo vital.

Nos gustan la seguridad y el calor de todo aquello que conocemos, nuestra zona de confort. Pero en nuestro interior, a muchos de nosotros nos pica la curiosidad y la adrenalina del riesgo. Y sí uno mismo no se lanza, terminamos por “delegar” en otros estos retos con observación, admiración y crítica.

Nos reconforta mirarnos en nuestros semejantes, tanto para los triunfos como para los fracasos. Somos seres que vivimos en grupo y nuestro éxito como especie, ha sido la necesidad que hemos tenido de apoyarnos los unos con los otros para sobrevivir e incluso para traicionarnos.

Nuestra conciencia de pertenecer al género humano, nos permite mantener una cierta conectividad muy especial.

Disfrutamos y gozamos con el éxito de otros, con los que nos identificamos. Pero también nos crecemos y nos ponemos exquisitos como censores y profetas a tiro hecho cuando las cosas no marchan tan bien.

Observamos, aplaudimos y criticamos constantemente en lugar de vencer la pereza de entrar en acción.

Cuando en 1969 vimos a Neil Amstrong pisar la superficie lunar a miles de kilómetros de distancia desde la comodidad de nuestro sofá, también una pequeña parte de nosotros estaba allí.

Cuando en 1972 Paquito Fernández Ochoa triunfó inesperadamente en Sapporo, su gran éxito era también un poquito nuestro.

Cuando Ángel Nieto era el dueño de aquellos circuitos de los años 70 y 80, también íbamos subidos en el carenado de su motocicleta jugando con “nuestros” rivales.

Y así con muchísimos ejemplos.

Pero cuando llega el fracaso o no se cumplen las expectativas, somos los peores mentores y preferimos mantener una prudencial distancia.

Con la enorme ventaja de la perspectiva que te da el tiempo transcurrido desde aquellos ya lejanos días de mayo de 1996, lo cierto es que no puedo dejar de mantener mi admiración por aquellos expedicionarios y la curiosidad de conocer sus distintas motivaciones que les llevaron hasta allí.

Prefiero pensar y centrarme en lo positivo: esa pasión que consigue que cada uno de nosotros seamos seres diferentes haciendo precisamente lo que hacemos por el simple hecho de hacerlo. Puede ser escalando ochomiles, cocinando nuestros propios platos o sencillamente cuidando periquitos. Esta es mi principal conclusión.

Cuando veo a mi alrededor que muchos desperdician gran parte de sus vidas carentes de metas propias y sin pasiones que les motiven, estando exclusivamente centrados en la servidumbre hacia los demás, siento verdadera lástima.

Como tampoco, para bien o para mal, dejo nunca de sorprenderme como las personas podemos ser seres tan extraordinarios como ordinarios y mezquinos.

Debe ser que todo forma parte de la denominada “naturaleza humana.”

Everest 1996: la tormenta perfecta.

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LA NAVIDAD: ESE PARQUE TEMÁTICO DEL MARKETING.

Regalos Navidad

La Navidad, una celebración y un concepto que presta mucho de sí.

Todo cristiano, en la amplitud del término, tiene presente la Navidad y los elementos religiosos y más tradicionales que la rodean. Incluso para los agnósticos y ateos, que no dejan de ser precisamente agnósticos y ateos cristianos, estas fechas están cargadas también de gran significado.

 La imagen de la Navidad con el Belén

Los valores de la Navidad son un compendio de buenas intenciones que suelen quedarse en el intento.

Paz, amor, amistad, solidaridad, reconciliación, generosidad… nadie podrá decir que estas palabras contienen maldad alguna o que sean perversas. Valores universales reconocidos y consensuados que en estos días recuperan su protagonismo, como si formaran parte de una puesta en escena en la que tenemos que cumplir con nuestra propia conciencia.

El verdadero espíritu navideño es devorado por esa especie invasiva que es el consumismo y esa pertinaz manía que tiene el marketing de meternos constantemente la mano en el bolsillo creando necesidades dónde no las hay.

Cuando vas a un centro comercial y te das cuenta de que es entonces cuando “precisas comprar» en lugar de ir allí exclusivamente cuando realmente lo necesitas, ALGO FALLA. Actuamos al revés, sin lógica y de forma irreflexiva. Sí es muy barato y no lo “necesitabas antes», es impulsivo y muy caro, por mucho que queramos auto convencernos.

La Navidad y el consumismoMi buen médico y amigo de la familia, Dr. Ciro, hace años que me comentaba que uno de los grandes problemas médicos de nuestro tiempo era la depresión. Enfermedad esta que siempre había estado ahí pero que se había venido arriba con la opulencia y la “falsa necesidad” de querer más y la frustración por lo no conseguido. “Una de las nuevas patologías de las sociedades avanzadas de nuestro tiempo”, decía.

Haciendo un segundo agosto en invierno.

Las empresas y sus equipos comerciales trabajan muy a fondo ese gran coto de caza sutil que representa para ellos la Navidad. Época de gran tirón del consumo y del consumismo en el cual nuestro dinero, el que tenemos y el que no tenemos (plástico, préstamos…) fluye como riada hacia las corporaciones para la mejora de su cuenta de resultados.

Los “genios del marketing», esos filibusteros de guante de seda, nos ven y nos tratan como una masa aborregada y nos inducen y nos conducen hacia el redil que más les conviene. Una jauría enloquecida de lobos hambrientos de sonrisas amplias y resplandecientes que compite ferozmente entre sí, para ver quien se lleva a la guarida el mayor número de piezas. Todo sirve. Todo es válido. Todo es posible.

En el mundo de la apariencia, la imagen lo es todo.

Personas famosas que nos muestran esa fragancia barata que nunca se pondrán; esa modelo que se coloca el no sé qué encima y que es tan irreal como todas las capas de retoque fotográfico que lleva encima; o ese tipo al que admirábamos porque era especial y que termina promocionando un producto de lo más ordinario.

En la falsa Navidad todo es doble: sumar y sumar, querer y querer y tener y tener.

Las empresas lo saben muy bien y el jugar con los sentimientos del espíritu de la Navidad siempre es un valor seguro.

Todo se enfoca hacia el consumo y el frenesí del gasto. Los alumbrados públicos, la música navideña, los escaparates comerciales, el bombardeo sin cesar de las cuñas publicitarias, los centros comerciales clonados, los estrenos de cine más esperados… Incluso crece el número de pedigüeños, que, apelando también al espíritu navideño, también hacen su campaña.

Como en todo, la Navidad no escapa al fenómeno de la globalización.

Primero fue ese tipo gordinflón vestido de rojo y de aspecto poco saludable, a pesar de todas las horas extra que echa. Luego nos metimos en la vorágine del mundo de las cenas interminables (trabajo, cole, gym, amigos, vecinos…), mal augurio para esos kilos extra que nunca se terminan de ir. Más tarde llegaron el Black Friday y el Cyber Monday para quedarse, esos viernes y lunes negros (nunca mejor dicho) que marcan el pistoletazo de salida del anticipo de nuestras compras navideñas.

A esta saturación hay que añadir nuestros propios clásicos: el turrón y el mazapán, el sorteo de Navidad, las cenas intensas y extensas de familia, los días señalados en cascada (Nochebuena, Navidad, segundo día de Navidad, Nochevieja, Año Nuevo… para terminar con nuestros queridos Reyes Magos que son como el coche escoba que anuncian el fin de los fastos y de los excesos.

Y es entonces cuando llega la resaca, ese agotamiento físico, mental y crediticio debido a esta carrera de obstáculos que corremos todos los años.

Es además la época de las buenas intenciones y de los buenos deseos para el año siguiente. Los clásicos de siempre: ir al gimnasio, dejar de fumar, empezar ese eterno curso de inglés… como si otra época del año no fuera buena y adecuada.

La verdadera Navidad significa sobre todo Esperanza.

Con todo, personalmente soy de la creencia que la Navidad significa esperanza, ese halo de fe en el ser humano para cambiar las cosas y alcanzar la paz y el equilibrio emocional con uno mismo como primer paso.

Todos necesitamos dar y recibir, obtener y proporcionar cariño, querer y sentirnos queridos, ser apreciados y valorados.

Somos imperfectos, SI, pero ante todo somos humanos y tenemos que sacar lo mejor de nosotros mismos sin egoísmo ni esperar nada a cambio. Quien nunca siembra siempre esperará en vano para recoger.

Aceptar lo diferente como un hecho natural y bienintencionado, saber que lo distinto también tiene un lugar en nuestro mundo y que siempre es mejor sumar que excluir.

Apartar de nosotros ese conjunto de creencias negativas y supremacistas que tanto daño han hecho y hacen, para dejar de escribir páginas negras de nuestra historia.

También hay que ser justos y rigurosos, empezando por nosotros mismos dando ejemplo, pero también exigiendo de los demás una oportunidad para el entendimiento y la comprensión ofreciendo lo mejor de cada uno de nosotros.

Saber alejarse de lo negativo y rechazar aquello que nuestra conciencia nos dice que no está bien, esa vocecilla interior a la que deberíamos escuchar en ocasiones con mayor atención.

Esta es la ESPERANZA de la que estamos hablando: poner en valor y en marcha todo lo bueno y positivo que tenemos los seres humanos, no solo en Navidad, sino como parte permanente de nuestras vidas.

Porque lo único y verdaderamente importante es Ser Feliz.

Las edades de la Navidad.

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LAS EDADES DE LA NAVIDAD.

Velas y Navidad

La Navidad, una celebración de sentimientos encontrados.

El día de Nochebuena de la Navidad de 1994 fue especialmente triste en casa de mis padres. Al abrigo de los reflejos ámbar y centelleantes de la lumbre, ahí estaba ÉL, apartado y ajeno al trajín y al ambiente bucólico que esta celebración siempre ha sido en el solar de los Valor-Becerra. Y mientras danzábamos sin ningún tipo de rubor con esa falta de compostura y de talento para el baile que siempre nos caracterizó, de vez en cuando, mi mirada se dirigía hacia ÉL y un profundo sentimiento de zozobra escarchaba mi ánimo.

ELLA, genio y figura pero con mucho más sentimiento tras esa fachada de irreductible e indomable gala, era la que más sufría en silencio y perseveraba con gran dificultad para que todo fuera “normal” desde el instante en el que la vida no lo era y la golpeaba con especial dureza.

Meses antes, cuando en un momento dado se ausentó, el doctor que atendía a mi padre en el hospital porque se había puesto de color amarillo de un día para otro, me espetó la mala nueva. Con la naturalidad de quien despacha una ración de porras con chocolate, me largó que no tenía solución y que iba a morir sin remedio. Me quedé totalmente ausente e inerte sin poder articular palabra.

Ya no estaba allí: me acababa de ir, mientras la voz del galeno languidecía y se perdía en el fondo.

En ese momento de conmoción no entendí nada, en esa falsa creencia que este tipo de desgracias siempre les ocurría a otros. Son esos instantes que te marcan a fuego y sangre para toda tu vida y te hacen envejecer a golpe de realidad.

En la melancolía de quien toma viaje en solitario de camino a casa, mis sensaciones eran un completo amasijo de sentimientos encontrados donde los porqués sin respuesta me acuciarían para siempre. Devorando el paisaje a golpe de acelerador, mi nueva perspectiva vital me hacía ver que todo había cambiado de tono y de luz, como en esa visión fotográfica cuando subes dos stops tu exposición.

Ya años atrás, tuve una sensación parecida cuando mi querida y respetada abuela política Rita, me confió, casi en el mismo sitio, que mi futuro suegro iba a morir. No pasaría de los 47 años.

Enterramos a mi padre al año siguiente y cada vez que pasamos esa nochebuena tradicional y perenne en casa de mi madre, me acuerdo de aquel rincón donde ÉL estaba, al abrigo de los reflejos ámbar y centelleantes de la lumbre el día de Nochebuena de 1994.

Con la fuerza cicatrizante del tiempo y con los recuerdos cada vez más distantes y desfigurados, te das cuenta como las preguntas sin respuesta ya no importan sino más bien aquellos grandes momentos que nunca ocurrieron. Cómo habría envejecido, cómo habría disfrutado en extremo de los grandes espacios de su querido campo, qué tal lo habría llevado como abuelo, qué hubiera pensado de nosotros en el devenir la vida…

Desde entonces, intento cubrir esos huecos con aquellos ladrillos que faltan en mi ideario como ser humano a fuerza de imaginación y de seguir los patrones que veo y observo a mi alrededor. Sé que no es perfecto ni verdadero, pero los seres humanos somos unos linces en la búsqueda de consuelo.

Navidad y melancolíaCon el transcurrir de la vida, la Navidad nos trae los tristes recuerdos de los ausentes, de esas personas que han sido realmente importantes para nosotros y que han modelado nuestra forma de ser y de estar, esa suma de creencias que nos hacen ser lo que somos, el cómo hemos llegado hasta aquí y que valores transmitimos a los que ya vienen detrás empujando.

Sé muy bien que no estoy solo en esto. Somos muchos los que, según van avanzando los años, experimentamos que la vida sigue su ritmo y que nosotros únicamente somos los dueños de los momentos que vivimos en primera persona.

Soy de la convicción que estos días deberían ser momentos de reflexión íntima y de recogimiento, para poner en valor realmente lo importante y darnos definitivamente cuenta de lo efímero y frágil de todo lo que nos rodea. Para que seamos especialmente positivos con lo que ya tenemos y disfrutar en la cercanía de todos aquellos que nos importan. ¿Para qué más? (Fantástico Ricardo Darín, sin palabras).

No es tristeza, NO, es reconocimiento de lo quebradizo que somos en un entorno hostil que engañosamente creemos controlar y con el que estamos en contante pugna desde que el hombre echó a andar como especie dominante del planeta.

La Navidad

La Navidad, como la vida, es una concatenación de etapas que fluyen de forma natural y que hay que sentir cada una de ellas en plenitud.

Para cuando se es niño, la Navidad es la felicidad que tan solo la virginidad de los sueños no rotos hace realidad.

Para cuando luego avanzamos veloces, la Navidad es esa mirada avispada y luminosa porque nos comemos el mundo intentado tomar posesión de nuestro espacio en él.

Para cuando cruzamos el ecuador imaginario de esta existencia prestada, la Navidad nos ayuda a mantener e inculcar aquellos valores de cuando éramos niños, a pesar de los platos rotos que hemos ido dejando atrás.

Y para cuando yendo pausadamente hacia el final de la aventura, la Navidad es también la capacidad de síntesis y de análisis de nuestro propio legado y del peso de nuestras mochilas, ese conjunto de experiencias, buenas y no tan buenas, que nos han traído hasta aquí.

Lo importante es compartir y sentir los momentos mágicos del Espíritu de la Navidad: Ser Todo lo Feliz que se pueda Ser en este Mundo compartiendo y exprimiendo cada Instante.

La Navidad: ese parque temático de la mercadotecnia.

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