EL COVID 19 VIRALIZA LA ECONOMÍA

De golpe, ha llegado un maldito virus y nos la ha liado. Ha sacado la maza y de un golpe certero ha desmochado esa pirámide de Maslow de logros que tantas generaciones y esfuerzo nos costó edificar y escalar.

Una cura de humildad que nos hace ver lo que somos, lo que realmente importa y como aquellos presuntos problemas, realmente, no los eran. Porque al fondo del todo, solo nos queda la vida y la supervivencia. El resto, es una tupida capa de hojarasca superficial que nos impide ver el conjunto.

la pirámide de maslow necesidades
Maslow representó en 1943, en su famosa pirámide, la jerarquización de las necesidades humanas, empezando por las más básicas para la existencia física.

Dentro de la guerra de datos y de las medias verdades, hay una certeza, un axioma cargado de sentido común,  y que viene a denunciar la gran fragilidad de nuestro modo de vida: una forma de existencia basada en mentiras, falsas creencias y necesidades realmente tontas y vacías.

Sucede como cuando vas a un centro comercial con la idea de solo pasar el día. Tu intención es de no comprar nada, pero el final terminas con varias bolsas dentro del maletero de tu coche. Si antes de salir de casa, no necesitabas entonces nada, significa que realmente no te hacia falta ninguna cosa.

Lo cierto y la verdad es ver como gran parte de nuestro todo pende de un hilo, de esa delgada línea roja sobre la cual no dejamos de caminar de forma costumbrista, aunque temeraria. Y si ahora encima nos dan un buen empujón inesperado, nos quedamos ahí solos, casi desnudos, en medio de la era, a la cruda intemperie.

El otro día, durante una conversación con un estrecho colaborador de trabajo, Juan Carlos Díaz de Barcelona, me dio una de las claves: ver como nuestro entorno, en el día a día, es incapaz de soportar un parón de unas muy pocas semanas. Comparto un interesante vídeo que me pasó del economista Fernando Trías de Bes. Es muy interesante, pero, sobre todo, es realista.

En este caso, él hablaba de economía (y de seguridad y zona de confort), y como estamos realmente muy mal preparados para amortiguar un envite, y más de este gran calado. Reflexión en voz alta tan válida para las empresas como para los individuos.

fragilidad económica

Con unos primeros veinte días hábiles cerrados, muchas personas y entidades no pueden hacer frente a sus pagos. Asombroso, pero cierto. Todo se ha transformado en un gran maremoto que, corriente abajo, cada nivel va pasando el testigo de sus problemas financieros al estrato inmediatamente inferior, hasta llegar al papá estado, que bastante ya tiene con lo suyo.

Y ahí estamos, como guácharos indefensos, a ver que nos cae dentro del pico abierto. No nos engañemos aquí: el gobierno tiene más trabajo y dudas de adonde acudir que el fontanero del Titanic. Y algunos, los de primera clase, igual ya han saltado a sus botes salvavidas.

Según el Instituto Nacional de Estadística, casi el 38% de los hogares españoles no puede hacer frente a un gasto imprevisto por sus propios medios, es decir, sin necesidad de recurrir a préstamos bancarios o a la compra por plazos.

La rotura de un electrodoméstico esencial, una reparación del vehículo de cierta entidad o incluso una invitación a una boda de cierto compromiso, pueden transformarse en el problema de ese mes y siguientes. Y todo ello, en una situación normal, es decir, anterior al 13 de marzo.

Esta falta de músculo económico es perfectamente trasladable a otros ámbitos, especialmente a las pymes y a los autónomos, base económica de nuestro tejido productivo nacional.

Personas y entidades que habitualmente ya no llegan a fin de mes; pago de hipotecas, de alquileres y de comunidades de vecinos; atender los recibos de los diferentes suministros energéticos;  hacer frente a toda esa amalgama de impuestos con los que convivimos; y,  por supuesto, realizar la cesta de la compra… Y de golpe,  ese dispendio todo junto, se ha transformado en una especie de muro de las lamentaciones cuando la máquina de los ingresos se ha detenido bruscamente.

Sí la sencilla fórmula RESISTENCIA CRISIS= (INGRESOS+AHORROS) – (GASTOS+DEUDAS) da como resultado -0 en dos o tres meses, estamos realmente, lo que se dice, bien jodidos.

gran crisis
Cuando los números rojos son abruptos.

El ser humano tiene la tendencia fácil y primigenia de echar la culpa a los demás, sin entender que él mismo forma parte, tanto del problema como de la solución, por muy grande y sacrificado que sea el primero. En otros tiempos los culpables fueron los extranjeros, los judíos, los moros… ahora les toca a los chinos, a los políticos, a la globalización… Quizá sea hora ya de madurar de una vez por todas o de arrojar la toalla bien lejos, por imposibles.

Cuando J. F. Kennedy dijo aquello de que «No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país» se estaba refiriendo a esa parte de la solución. O lo que es lo mismo, sin ambages ni generalizaciones: qué puedes hacer tú por ti mismo, sin confiar plenamente en papá estado.

La respuesta es LUCHAR con el objetivo de APRENDER para estar MEJOR PREPARADOS para el futuro. Y salvo algunos casos, desde la crisis financiera del 2008, poco se ha avanzado a nivel individual. Porque además de esa pelea colectiva en grupo, lo que queda al final es la respuesta personal de cada uno de nosotros.

Echemos brevemente un vistazo al pasado. Es nuestra escuela para aprender.

Durante la famosa y mal definida «Gripe española de 1918» hubieron algunos ejemplos. Como el de aquel pastor burgalés que, viendo la escabechina por doquier, tomó a sus cinco hijos para aislarse completamente en el monte durante un largo tiempo.  Todos ellos salvaron la vida.

O como en el «Crash del 29». Aparte del desastre generalizado por la codicia y el desmadre bursátil, muchos libraron la crisis mejor que el resto. Conservaron sus empleos, siguieron teniendo ingresos y aprovecharon las nuevas oportunidades de todo tipo.

En aquellos momentos críticos se tomaron decisiones muy drásticas y acordes a las circunstancias excepcionales que allí se vivieron. Decisiones estas que se tomaron según los conocimientos disponibles en cada época. Ahora, por suerte, nuestras competencias son mucho mayores, y además, tenemos a la revolución tecnológica de nuestra parte.

el valor del cambio quien se ha llevado mi queso

En la conocida fábula de «Quién se ha llevado mi queso» hay dos personajes imaginarios. Uno de ellos se llama «Hem». Este es el pasivo, el quejica, el que le echa la culpa a otros de lo que realmente le ha pasado. Piensa, en definitiva, que sufre una gran injusticia cuya solución tiene que venir de fuera. Así, sin más.

El otro colega se llama «Haw». Y partiendo de los mismos errores iniciales que su amigo «Hem», se da cuenta que, ante un primer momento de parálisis total, tiene que cambiar y luchar por si mismo. Sin quejarse más, percibe que el cambio es necesario y que el mismo le puede conducir a algo incluso mejor.

Dejando a un lado la forma didáctica y simplona de este tipo de fábulas , hay que centrarse en los valores reales que nos transmiten: la fuerza, el riesgo y el sacrificio personales para poder superar con mayores garantías cualquier tipo de crisis.

Si el problema de salud es sin duda el primero a neutralizar, luego llegará el económico. Y aquí cada uno de nosotros demostrará lo que ha aprendido o no del pasado reciente. Si tiene o no su propia habitación llena de queso o por lo menos con el suficiente para poder aguantar y salir adelante sin esperar otra vez a papá estado.

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