Cuando Antonio le ofreció a aquel niño de aspecto harapiento y menesteroso un más que valioso balón de fútbol fabricado en cuero, aquel le espetó:
– Gracias señor. Y para comer, ¿qué?
La cara de Antonio, ese voluntarioso profesor de inglés adelantado a su tiempo, se quedó inmóvil durante unos escasos pero largos segundos, hasta que, reaccionado de una forma un tanto atolondrada, sacó unas monedas de su bolsillo y se las entregó al rapaz que estaba esperando con determinación al otro lado de la ventanilla de su coche.
Éste sonrió, y se largó feliz con su escaso pero valioso botín bien preto en su minúsculo puño.
Antonio quedó al desnudo cuando realmente esperaba otra respuesta, dándose de bruces con un estado de las cosas del lugar y de sus gentes que nada tenía que ver con el sueño motivo de su periplo por una tierra casi yerma, atrasada y sin oportunidades.
Durante su breve estancia en aquella tierra baldía, se hospedó en una modesta habitación y hacía sociedad con los lugareños en un sencillo restaurante, dónde, de vez en cuando se reunía la flor y nata de aquella abigarrada comunidad, compuesta por gente iletrada, gañanes de todo tipo y donde se destilaba en el ambiente un sentimiento de pesimismo y resignación.
Allí, la pirámide de Maslow tenía una base infinitamente más amplia y muy poca altura.
Cierta o no esta anécdota en el mundo real de Juan Carmona – nombre real de nuestro protagonista y en cuya historia se ha basado el presente relato – la escena procede del film de David Trueba del 2013 «Vivir es fácil con los ojos cerrados» y cuyo personaje es encarnado por ese sensacional actor que es Javier Cámara.
Por lo visto, el director se tomó muchas y variadas licencias, algunas quizá excesivas, pero el firme hilo conductor del argumento fue la visita del profe de inglés a su admirado beatle John Lennon, el cual se encontraba rodando una película de medio pelo en aquella paupérrima Almería en el otoño del año 1966.
Juan, profesor de vocación, había instaurado el método de estudiar la lengua inglesa a base de una metodología revolucionaría en aquellos tiempos: las canciones de los Beatles.
Un método auditivo que adolecía de una relevante tara: en las transcripciones de las letras de las canciones de los cuatro de Liverpool hechas al oído, faltaban algunas palabras y existían serias lagunas semánticas. Los álbumes carecían entonces en sus portadas de las letras y, por lo tanto, había un problema con el que lidiar constantemente.
Cuando el Sr. Carrión, docente realmente en la ciudad de Cartagena, y no en Albacete, como sale en el film, se enteró de que John Lennon se encontraba en la zona de Carboneras grabando la película «Cómo gané la guerra», y con el empuje de los decididos y convencidos, se marchó a Carboneras para echarle el guante al genio inglés.
A diferencia de lo narrado y visto en la película de Trueba, fue un breve encuentro casual de media hora dónde el vehemente profesor convenció a Lennon de la necesidad de incluir las letras de todas las canciones en los trabajos de los Beatles.
Y así fue. Desde entonces y a partir de uno de los mejores álbumes de la mítica banda, el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, todas las letras fueron incluidas en las portadas de cartón.
Lennon estaba en Almería pasando una mala racha existencial, debido al éxito abrumador y especialmente agotador del grupo. Giras interminables y un estrés constante, llevaron a todos los miembros a tomarse un paréntesis bien merecido. Incluso llegó a la tesitura de considerar dejar la banda, pero el cine no era precisamente lo suyo.
De hecho, precisamente en ese año de 1966 dejaron de actuar en directo.
El cosmopolita beatle se debió sentir como un bicho raro en aquel entorno extraño en la España franquista y profunda, y que el turismo y los films de western había puesto en el mapa del mundo.
Un país que buscaba abrirse al mundo, lenta pero inexorablemente, exponiendo a nuestros visitantes foráneos sus miserias y las penurias de una sociedad que, adormecida por años de una contumacia terca de unos gobernantes estériles, quería empezar a desperezarse para enchufarse de una vez por todas al tren de la historia.
Juan Carrión volvió a Cartagena con aquella promesa de Lennon que cumplió a rajatabla con el envío de cada álbum nuevo al profesor. Y el beatle se enganchó de nuevo al carro musical llevándose bajo el brazo los primeros arreglos de unos de sus éxitos clásicos: «Strawberry Fields Forever».
En la cinta de Trueba aparece como Antonio (Juan Carrión) tiene una grabación de este éxito, lo cual es falso, pues únicamente se había escrito unas primeras líneas.
Lo que sí que es cierto es el origen del nombre de la película y que está directa y literalmente tomado del primer verso de segundo párrafo de la composición: «Living is easy with eyes closed»
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