LA ENVIDIA, NUESTRO PECADO CAPITAL.

La envidia ha sido tratada desde varios puntos de vista, desde el estrictamente académico, religioso y sociológico, pasando por el patológico, hasta llegar a la misma cultura popular.

Está ahí, detrás de muchos sucesos, ascensos y caídas. Es el origen de otras faltas y de otros pecados (de ahí realmente el origen del adjetivo que suele acompañarlo,  «capital») y casi siempre está cerca de nosotros, siendo el mejor antídoto el ignorarla.

La envidia es como la carcoma, silenciosa y traicionera, no da la cara, cambia el carácter de las personas envenenando su alma y las hace padecer gratuitamente.

La envidia entre los Siete Pecados Capitales.

En el siglo VI, el papa romano San Gregorio Magno recapituló y resumió todos los vicios humanos a un total de siete para educar a los creyentes en una correcta moral cristiana. Son los conocidos como los pecados capitales, porque ellos son el origen de todo el resto de pecados y maldades de la humanidad. Y la envidia forma parte del septeto.

La envidia como concepto.

Según la RAE, la envidia tiene dos significados:

1. f. Tristeza o pesar del bien ajeno.

2. f. Emulacióndeseo de algo que no se posee.

En una versión más extendida «la envidia es aquel sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles e intangibles.»

La envidia en el psicoanálisis.

En el ámbito del psicoanálisis la envidia es definida como un sentimiento experimentado por aquel que desea intensamente algo poseído por otro.

La envidia daña la capacidad de gozar y de apreciar lo que posee uno mismo. Es el factor más importante del socavamiento de los sentimientos de amor, ternura o gratitud.

La envidia es un sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseado por el individuo envidioso, quien tiene el impulso de quitárselo o dañarlo.

A diferencia de los celos, que se basan en el amor y comprenden un vínculo de por lo menos tres personas, la envidia se da de a dos y no tiene ninguna relación con el amor.

La persona envidiosa es insaciable porque su envidia proviene de su interior y por eso nunca puede quedar satisfecha, ya que siempre encontrará otro en quien centrarse.

La envidia en la cultura popular.

mal de ojo
La creencia tan arraigada en nuestra cultura del «mal de ojo» nace de la envidia.

El término ENVIDIA significa «el que no ve con buen ojo» y es el origen de la conocida superstición mediterránea del «mal de ojo», y que, en el fondo, trata de la cuestión de como ver y cuidarse de los efectos de la envidia: de aquel que te mira mal y te desea especialmente la desdicha.

El pecado de la envidia se ha atribuido más siempre al hermano de en medio, que estando entre el primogénito y el pequeño, siempre ha tenido queja de ambos, tanto por arriba como por abajo.

En su defensa, también es corriente que, de todos ellos, sea el que mejor corazón y fondo tenga. Una buena forma perfecta de contrarrestrar el pernicioso efecto de la envidia.

La envidia en España.

Siempre se ha considerado que se trata de una de nuestras peores faltas, tanto en casa como en el extranjero.

Al español se le considera especialmente envidioso de su vecino, porque suele tener la creencia de que sí éste triunfa no es debido a sus méritos, sino a la fortuna inmerecida.

La envidia no ha dejado de ser un lastre, tanto para el envidiado como para el envidioso, en ese intento, logrado o no, de quemar tanto las naves propias como las ajenas con tal de fastidiarlo todo.

forges maledicencia
El genial Forges con su crítica nacional.

Es un pecado tan grande y fuerte que no nos ha dejado avanzar. Históricamente nos ha perjudicado con gobernantes y reyes incompetentes que han estado servidos y rodeados de envidiosos traicioneros y de aduladores a la carta, en un falaz intento de hacer bueno lo malo.

Aquí, la envidia es perfectamente reconocible gracias a ese sistema inmune que hemos desarrollado para nuestra defensa. Una mezcla entre el vicio de quejarnos – no sea que nos miren mal – y el pasar desapercibidos, pero especialmente tiene que ver con el hecho de haber desarrollado un sexto sentido para saber captar ese gesto y esa mirada que delatan al envidioso para apartarnos de su pernicioso camino cuanto antes.

O como ocurre en mi tierra, para exagerar y decir mentiras para que el interior del envidioso arda con mayor intensidad en su inquina.

Se considera que la envidia (y los celos) nos emparenta con nuestro pasado árabe, herencia esta que sigue fijada en nuestra forma de pensar, ver y de tergiversar la realidad. Motivo de disputas fratricidas de todo tipo, entre hermanos y familiares por herencias, tanto en vida como tras una muerte, y que rompe vínculos de por vida.

Preferimos rápidamente «sacar las escopetas y blandir las navajas» y alimentar así un sentimiento malvado y perverso, que prefiere la maledicencia y la mala fe que el hablar cara a cara para buscar soluciones y entender que siempre hay una tercera vía para todo.

Ahora con la autonomías, algunos políticos, en defensa de sus intereses y de mantener su silla calentita, envenenan a su electorado avivando este sentimiento tan sensible y a ras de piel, echando la culpa de todos sus males únicamente a sus vecinos, a los del otro lado, porque se llevan todo el dinero, las inversiones, la industria, el agua o lo que sea. Una suerte de «fake news» al servicio del poder que apasiona y evitar tratar cada tema con mayor profundidad e inteligencia.

Lamentablemente, con este tipo de comportamientos aquí, todavía no somos tan europeos como pensamos.

EL DÍA DE LA INFAMIA.

LA ENVIDIA, UN PECADO DE PROXIMIDAD.

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