«Lo estrecho para ti, lo ancho para mí», es el escueto resumen de la conocida ley del embudo.
No hace mucho tiempo, un amigo empresario se quejaba de un trabajador que le había «salido rana». Mostraba su malestar por el desengaño sufrido por ese asalariado desagradecido al que había formado y dado trabajo durante años. Por lo visto, en un momento dado, de repente el sujeto había cambiado, y lo que era entonces parabienes, armonía y saludos a raudales, se había trucado en una vil traición.
No mucho más tarde, su propio hijo como empleado de una empresa importante, se había visto en una situación similar, pero con los papeles cambiados. En este caso, mi buen amigo cambió de discurso. Ya tenía en marcha a su abogado con un montón de papeles y colmado de razones para reclamar hasta el último céntimo a la empresa maliciosa, incluyendo daños y perjuicios, en nombre de su vástago.
Es cuanto al menos muy curioso como una misma situación se defiende de dos formas tan antagónicas, según nos vaya la fiesta a cada uno. Porque no nos engañemos: somos un país de gente cargada de razones.
El fin de esta historia es bastante más simple. Dejando a un lado la pasión del momento de la rebelión a bordo, el punto de vista del empleado era más sencillo y humano: seguir creciendo dejando atrás un proyecto encorsetado que ya no era el suyo.
Y cuando nos metemos en el barrizal de la política, pasa un tanto de lo mismo, porque intentamos que la razón y la verdad sean nuestras, a pesar de los pesares y caiga quien caiga. Somos así de inmaduros y de falsos demócratas.
EL 28A Y «MI RAZÓN ES TAMBIÉN LA TUYA»
Por fin llegó el día. Tras una campaña rara, con la Semana Santa de por medio, su mal tiempo y con nuevos actores políticos que dividen el gran pastel de las 350 porciones entre más pretendientes, por fin veremos quien saca la mejor tajada. O mejor dicho quienes, pudiendo ser pareja o trío, bien activo, pasivo o consentido. Porque como en el buen sexo, en la política el cambio de papeles y de postura es muy agradecido.
De entrada, la gente sigue de campaña a toque de tuit, intentado amplificar sus razones incontestables. Por lo tanto, fuera la mal llamada jornada de reflexión, otro daño colateral de la revolución tecnológica. Hay que ver como la peña se zurra de lo lindo en la red social con tal de calentar solo su agua.
Uno se pasaría todo el día viendo y leyendo a personas cargadas de su propio argumento, con la verdad bíblica de sus diez mandamientos a medida, con solo una razón: la suya.
Tras los recientes debates televisivos, la imagen de los pretendientes al trono del mando de España y a inquilino de la Moncloa, no es buena, lo cual no deja de ser una novedad. Lo que sí que es curioso observar es el debate del día después, ese que, alentado por los intereses de cada partido, logran trasladar a la calle. Es una forma de demostrar que todos han ganado, aunque sea a los puntos. Incluso para aquellos que no han participado en ellos.

Unos debates con detectores de mentiras online, lleno de memes, zascas y de diretes. Unos contenidos que viajan a todo trapo por la red de redes y que hacen trabajar a destajo el vibrador de nuestro teléfono móvil. Sesgados, manipulados e idiotizados por el exceso de información y de noticias falsas. Y lo que es peor: la incipiente polarización que empieza a ser preocupante. Porque lo que en un principio, por trasnochado que fuera, te hacía hasta gracia y era motivo de chascarrillos simpáticos, puede terminar por hacer crecer a los enanos. Es como cuando tras una primera y bonita paloma, llega otra y luego otra y al final tienes una plaga y un problema de difícil solución.
Y si no, que se lo digan a San Jorge en el día de su santo.
Si bien hoy parece ser la gran jornada, no lo será.
Hoy es solo el día de las elecciones, de echar la papeleta. Al cierre de los colegios, al poco, vendrán las declaraciones con las primeras estimaciones. Ya de madrugada y según vaya el tajo, incluso algunos tendrán erecciones. Porque hay gente que esto de la política les pone bien cachondos, aunque sea para joder al adversario de otro partido o al enemigo dentro del suyo. Y salvo gran hecatombe, mañana lunes, llegarán primero las valoraciones, donde todos habrán ganado. Unos, porque sencillamente han sido los más votados. Otros, porque habrán perdido menos de lo esperado. Y algunos estarán contentos por ser unos recién llegados, o simplemente, por haber fastidiado. Y finalmente, llegarán las negociones y el reparto de cromos. Y el resto, de vuelta a su trabajo.
Tras la combativa campaña, los insultos, los discursos incendiarios, la crispación y el calentón de las redes sociales, quedará la sensación de ser todo un montaje, cuya fiesta hemos pagado entre todos.
Ya lo dijo mi admirado Groucho Marx, en una de sus más conocidas citas, que viene al pelo para el mundo de la política para el día después:
– Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros.
Y es entonces cuando se baja de nuevo el telón y la vida real sigue.
