LAS CUENTAS DEL ABUELO Y LAS PENSIONES.

El abuelo Quico era de aquellas personas que, pertenecientes a la época oscura del franquismo, era especialmente sagaz y observador.

Su formación era superior a la media de entonces, pero más sí cabe su mente adelantada y prisionera en una época equivocada. Así es la vida.

Inteligente, detallista y familiar, recuerdo como el día de Navidad nos estrenaba, lo que se conoce más habitualmente como dar el aguinaldo.

Como su nieto mayor que era, recuerdo que me daba veinte duros*, lo cual para la época era toda una fortuna. Luego, llegó mi hermano y el hombre, haciendo un esfuerzo siguiendo una convicción de equidad, nos daba el mismo importe a ambos.

*20 duros= 100 pesetas o 0,60€, para lo que se pierdan aquí.

Más tarde, cuando llegó mi primer primo hermano, el abuelo, que no era precisamente ni rico ni un mecenas desprendido, empezó a hacer cuentas, y siendo previsor como siempre había sido, nos siguió dando los preciados veinte duros a cada uno de los tres, cada día de Navidad con toda la familia reunida alrededor del fuego.

crías de pájaros
Mayor esfuerzo para salir adelante.

 

Supongo que en esa época, el hombre ya tenía que hacer un esfuerzo titánico para llegar, ver y cumplir con todos por igual.

Pero la situación cambió de forma radical con la llegada de mis primos mellizos. Con cinco nietos a los que contentar, el abuelo Quico terminó por descarrilar, y un día, enseñando a todos los 60 duros, dijo:

– Esto es lo que hay: cuantos más seáis, a menos tocaréis.

Y así, de esta forma, aprendí la utilidad práctica de la división en las matemáticas, pasando de 20 a 12 duros per cápita «sin vaselina», y eso, sin contar con la inflación ni ese tipo de cosas que nos traían un poco al pairo entonces.

Por supuesto, mi abuelo siguió siendo un tipo genial y entrañable, pero la lógica de los números lo había desbordado.

Ahora, varias décadas más tarde, y gracias al pleno debate del sistema público de pensiones (que ya era hora), me vino a la memoria aquel día en el que el abuelo enarboló aquellos 60 duros para el reparto entre cinco.

Sí los números no fallan (que no suelen hacerlo), sinceramente estamos lo que se dice literalmente jodidos.

Supongo que lo ideal tanto para mi hermano como para mí, es que el abuelo únicamente nos tuviera a nosotros dos como nietos para el aguinaldo. Más tarde, con la llegada del tercero en la nómina navideña, la cosa empezó a andar justa, y con la presencia de los mellizos, ya no alcanzaba para todos por igual. Era injusto, tanto para los últimos en llegar como para los ya habituales, pero no dejaba de ser una realidad.

Por supuesto, una pensión pública no tiene nada que ver con un regalo, ni mucho menos, pero la situación supone cierto paralelismo pragmático.

Hasta fin del siglo pasado, tal como le ocurría al abuelo Quico con solo dos nietos, el Estado podía asumir perfectamente el coste de las pensiones. Ahora (con el tercer nieto poniendo la mano como los otros dos), hay que hacer números y el sistema es claramente deficitario tal como está.

Y falta por llegar lo peor, los mellizos, es decir, la llegada a la jubilación de los babyboomers, aquellos que nacimos en la década de los 60 y que empezaremos a jubilarnos a mansalva dentro de unos pocos años.

poner cascabel¿Y quién le pone entonces el cascabel al sistema público de pensiones?

 

Ha hecho falta que nuestros mayores hayan salido a la calle para que a nuestros políticos les entre el canguelo en el cuerpo. No hay nada como el peso de los votos cuando un colectivo supera los nueve millones de personas. Algo realmente muy serio para un político. Y encima, les van a obligar a pensar y a ponerse a trabajar, ¡vaya!

Por lo tanto, a partir de ahora, tendremos que estar muy atentos a cada jugada y asimilar los cambios venideros, sin dejar de escuchar todo tipo de ocurrencias de lo más variopinto a las que ya nos tienen acostumbrados nuestras señorías.

Entre los insultos y las tonterías, al menos exigirles unos mínimos: que dejen trabajar a los profesionales que realmente sepan de todo esto, pero sin olvidar nunca el lado humano.

En todo caso, hay que tenerlo muy claro: se aproxima la TORMENTA PERFECTA. Amén.

LA TORMENTA PERFECTA: EL CRASH DE LAS PENSIONES.

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