LOS IMPUESTOS, UNA VERDAD INCÓMODA.

La falta de transparencia sobre lo que nos cuestan los impuestos es más que notable. Porque Hacienda somos todos, pero no esos todos son exactamente iguales.

Un claro ejemplo de esta falta de claridad por parte de aquellos que manejan la vara de mando (pero que incumplen su palabra a menudo) la tenemos en la famosa carta promesa incumplida sobre la jubilación que extrañamente nunca ha llegado a su destino.

¿Dónde quedó la promesa del gobierno del envío del escrito por parte de la Seguridad Social a todos los mayores de 50 años informándoles de la cuantía aproximada de la pensión que van a recibir en el momento de su jubilación?

Una valiosa información para que los afectados tomaran conciencia de un futuro no tan lejano, y, de esta forma, permitirles tomar las medidas a su alcance en esa larga carrera de fondo como es la preparación económica para la vida de jubilado. Pero ya sabemos que, precisamente la planificación en España, no es nuestro fuerte.

La idea era coherente y necesaria, pero las buenas intenciones en política no suelen tener gran futuro o simplemente ocultan una verdad incómoda.

¿Los motivos, cuando todo estaba a punto e incluso licitado y adjudicado el concurso para el envío del escrito?

Clara y llanamente por intereses políticos. Y más en estos momentos en un país fracturado electoralmente en cuatro colores (más los nacionalismos) donde nadie se la juega diciendo toda la verdad. Ser claro y tener un ataque de sinceridad no está en la agenda de ninguno de esos numerosos y misteriosos asesores que tienen nuestros líderes políticos. Una verdad incómoda como ésta supondría un varapalo de pérdida de votos que nadie quiere asumir. Porque lo primero es preservar la silla y luego ya iremos viendo.

Pero la cuestión sería sí socialmente estamos preparados para escuchar, comprender, asimilar… para finalmente asumir la realidad y ser sinceros con nosotros mismos.

Finalmente la cosa ha quedado en la creación de una página web, Tu Seguridad Social, donde puedes informarte sobre los supuestos de cobro de tu pensión. Teniendo en cuenta la brecha tecnológica de todos los interesados, los mayores de 50 años, y cierta dificultad en el registro y manejo del portal, la sensación de parche y de falta de transparencia y de servicio público es más que sospechosa.

Con los impuestos ocurre un tanto de lo mismo, porque al final, detrás de tanta sigla y descripción, nadie sabe realmente que nos cuesta la suma de todos ellos, salvo la percepción del sablazo que padecemos año tras año.

La verdad incómoda sobre el pagp de los impiuestos.
Un estudio medio para saber cuantos días dedicamos al pago de los impuestos.

Ahora, en la recta final de la campaña anual de la renta – seguramente el más famoso y conocido impuesto de todos, implantado en el año 1978 – se nos dice que el importe de las devoluciones sobre los ingresos es muy superior. La simpleza del mensaje esconde la realidad, que no todo el mundo tiene clara, de que cualquier retorno viene precedido de un pago a cuenta y anticipado, mes tras mes, durante el ejercicio anterior.

Una total falta de formación mínima en números reales y conocimientos prácticos se echa cada vez más en falta en nuestro modelo educativo nacional.

Nuestro sistema impositivo tiene tal capilaridad (como en cualquier país de nuestro entorno) que no percibimos que al final de toda la fiesta, más de la mitad de nuestro sueldo se va en el pago de los impuestos.

El sistema impositivo español: una pesada carga mal repartida.

Como en todo, sí bien en aquel famoso slogan de finales de los setenta se afirmaba que «Hacienda somos Todos», lo cierto es que unos son menos que otros.

A la par que ha crecido el control, las necesidades y la voracidad del aparato recaudador, también ha crecido y madurado su yang: la evasión en el pago de los impuestos.

Hacienda somos todos.
Obviamente somos todos, pero no todos somos exactamente iguales ante Hacienda.

Así, de este modo, la creatividad y la imaginación de la mente humana para escapar del fisco no tiene límites. Ya se sabe, «hecha la ley, hecha la trampa».

En todo caso, habría que diferenciar entre esa trampilla de ir por casa de esas otras triquiñuelas más sofisticadas, utilizadas por las grandes fortunas, que se sirven de los resquicios legales (o no tan legales) para transformarse en los grandes evasores de impuestos, y por lo tanto, en los grandes estafadores de la sociedad.

Para ello, tienen a su servicio esa parte de la ingeniería financiera que les permite cuadrar sus cuentas a la baja dentro del cumplimiento de unas normas que siempre van a rebufo de la realidad.

Por este motivo, los centros de poder, las enormes corporaciones y las grandes fortunas se confunden en un mismo entorno e interactúan entre ellos. Así, existen los llamados paraísos fiscales (permitidos), las sociedades tipo SICAV (creadas a la carta)… e incluso, dentro de nuestra Unión Europea, consentimos algunas licencias en la tributación impositiva mucho menor en diferentes estados, como Luxemburgo e Irlanda.

En cambio, se prefiere perseguir al profesional liberal, a la PYME o al autónomo como presas fáciles, que no estando exentos de culpa, no son más que la cola de ratón de todo lo defraudado en su conjunto.

Por otra parte, los asalariados tienen de entrada poca o ninguna opción de estafar a las haciendas públicas por su férreo y claro control sobre sus cuentas, ingresos y gastos.

La tecnología y las redes sociales nos permiten cada vez más conocer quien es quien en todo este tinglado de no pagar lo que debe y donde debe. De esta forma, casos como el de Amazon (cuyas ventas en España tributaban fuera no hace mucho) se pudieron conocer y darse la vuelta debido a la presión popular y a la mala imagen de la empresa, esa característica fundamental que tanto preocupa hoy en día: la visibilidad adecuada.

Este es, sin duda, nuestro poder, y en él radica nuestra gran capacidad y fuerza para cambiar el mundo, más incluso que el ir a votar a nuestros servidores públicos. En la época de las redes sociales e internet, no hay nada como el poder de los ciudadanos conectados para castigar o premiar las malas y buenas prácticas. Es tan sencillo como tocar el bolsillo.

La falta de concienciación fiscal, pero muy especialmente la no ejemplaridad de algunos personajes públicos y políticos, siguen fomentando la cultura de evitar el pago de impuestos por la escasa credibilidad en el sistema. La solución pasa, sin duda, en una reducción importante y progresiva de la presión fiscal, pero siempre y cuando ésta sea equitativamente repartida entre todos para que no falte de nada, ni en cantidad ni en calidad.

Piratear y defraudar
Como en el pirateo, sí defraudar no vale ya la pena, es el principio del fin.

Con todas las plataformas digitales a mano a un coste realmente reducido, ¿alguien pierde ya el tiempo – excepto por hobby – en realizar descargas ilegales? Cuando el riesgo no compensa el peligro del delito, éste se reduce o sencillamente termina por desaparecer. 

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