MY GENERATION

Cuando Pete Townshend, compositor y miembro de famoso grupo británico de rock The Who compuso el hit «My Generation», allá por el muy ya lejano año de 1965, intentó marcar una clara diferencia entre su generación y la inmediatamente precedente.

Era de facto, por un lado, una declaración deliberada de rebeldía juvenil, un himno reiterativo que ha perdurado en el tiempo y cuyo trasfondo era una enrabietada queja por la incomprensión sufrida por parte de sus mayores inmediatos. Y por el otro, la necesidad de encontrar esa misma generación su lugar en un mundo que no era precisamente de su agrado y que les creaba una gran inseguridad y ansiedad.

Reflejo de ello es la conocida frase «I hope I die before I get old», espero morir antes de envejecer.

Un fuerte contraste entre nuestra juventud de la época y la del resto de la Europa democrática. Aquí todo se movía de una forma mucho más lenta y pausada, con esa falta de libertad con un mantenimiento artificioso de unos valores desfasados y moribundos con un inequívoco sabor a rancio.

Así, sí bien a Juan le encantaba esta canción, más por su ritmo que por una letra que no entendía en aquel momento, la ruptura de su generación con la de sus padres no fue tal como predijeron los Who. Fue casi más bien una continuidad con matices y un cambio mucho menos traumático que allende los Pirineos. Pero al fin y al cabo representó una metamorfosis lenta, imparable y duradera que nos sigue marcando ahora desde entonces.

Hace hoy poco más de un año, Juan acudió puntualmente a esa cita periódica de la quinta del instituto, aquella ya lejana promoción del 78/79*, marcada por la plena efervescencia democrática en una época de grandes cambios, para intentar dejar atrás rápidamente el postfranquismo buscando descaradamente nuestra identidad europea, una forma de recuperar el tiempo perdido.

*Son los nacidos en 1964, por cierto considerada la mejor añada del vino de Rioja del siglo XX, ¿es sólo pura coincidencia?

Con aquellos 13 o 14 años de entonces – nada que ver con lo de ahora – algunos afortunados, que no todos como sucede en la actualidad, dieron el salto desde la entonces enseñanza básica obligatoria (EGB) a la secundaria (BUP), en un afán y deseo de sus padres en que sus vástagos alcanzaran esa formación que ellos no tuvieron en la esperanza de lograr una vida mejor y menos dependiente de los caprichos del mundo laboral.

Instituto ibi
Antiguo Instituto de Bachillerato Fray Ignacio Barrachina de Ibi y su aspecto de chalé.

Muchos de aquella generación fueron los primeros de su familia en lograr cursar los estudios de bachillerato, logrando en algunos casos alcanzar incluso aquella gran meta que era entrar en la universidad.

Y así, algunos privilegiados dieron el salto, entre ellos nuestro amigo Juan, que recuerda aquella etapa como una de las mejores y más fascinantes de su vida.

Durante la misma, conoció lo que suponía el subidón de las hormonas durante esa decisiva fase de la existencia que es la adolescencia y que nos marcó a todos para siempre. Y Juan descubrió, entre otros haberes, la apetencia irrefrenable hacia esas compañeras de clase, «las chicas» que de pronto empezaba a mirar con otros ojos.

Y es que la imaginación, con esa carga de ingenuidad y de instintos propios de la edad, lo es todo y provoca una sensación irrepetible. Una auténtica gozada nostálgica contemplada hoy desde el púlpito de la experiencia acumulada tras el paso de los años.

Allí Juan se reencontró con viejos amigos, con aquellas buenas personas que habían formado parte de su vida conformando un grupo heterogéneo de gente de diferentes procedencias, gustos y metas.

También recordó a otros compañeros olvidados, debido al paso del tiempo y la absorbente rutina diaria, y a otros muchos que únicamente recordaba fugazmente. Por entonces, las clases eran más numerosas y ya el fracaso escolar era abundante, por lo que las entradas y salidas eran una constante.

Y por supuesto, volvió a estar con algunas de aquellas chicas, esas diosas tan voluptuosas e inalcanzables entonces, centro de atención general en clase, y que eran ahora mucho más accesibles, cercanas y humanas.

Y es que nuestra relación con el tiempo, cuando le has dado la vuelta al jamón de la vida y empiezan a quedarte menos chuches en tu bolsa vital, hace que tu percepción de las cosas, de las situaciones y de las personas cambie, y mucho.

Juan observaba como su generación había evolucionado durante todos estos años y como la vida había tratado a cada uno de sus miembros de forma distinta. Pero por lo general, todos estaban bien.

discoteca
La época dorada de la música disco, con su inconfundible bola central de espejos.

Lo importante es que estaba allí, compartiendo el momento y esas ya batallitas con una puesta al día a todo gas, no con sin alguna que otra sorpresa y confesión inesperada. Porque al fin y al cabo, no cualquier tiempo pasado fue siempre mejor.

Comprendieron entre todos como su microcosmos había cambiado de forma ostensible con el devenir de los años. Ahora sus propios hijos eran aquellos adolescentes que venían empujando pidiendo paso, no con un pan debajo del brazo, sino con la insospechada fuerza de su era, la digital.

Llegaron al entendimiento de como su relación con ellos era muy distinta a la que habían tenido con sus padres, aquellas personas abnegadas, pero por lo general mucho más distantes que en estos tiempos, marcados quizá por un exceso de proteccionismo y demasiadas posesiones materiales.

También observaron como había desaparecido esa barrera invisible que existía entre los nativos y los foráneos, entre los que venían de los colegios privados y los públicos, entre els xics del poble y el resto. Realmente nunca hubo problemas de convivencia, pero sí un sentido de pertenencia y de afirmación entre dos bandos condenados a entenderse y a enriquecerse en el tiempo.

Una época marcada por la música disco y las inolvidables discotecas, el universo «pasota» y los primeros cigarrillos y algún que otro porro, de los pantalones vaqueros Lewis 501, de la revista ñoña Super Pop y de aquellas primeras y exclusivas motocicletas «Puch Cobra».

Y esta reunión le vino especialmente bien a Juan, en un momento especialmente delicado, cuando sufrió una cura de realidad en su particular día de la infamia, esa experiencia que todos tenemos o tendremos en algún momento de nuestras vidas y que nos pondrá blanco sobre negro sobre lo que realmente es importante y lo que no lo es.

Sí se aprovecha bien la experiencia, tras una cerrada y brusca curva de aprendizaje, se puede extender una larga y tranquila recta llena de tranquilidad y de sosiego, dónde tus propios objetivos a estas alturas ya no se confunden más con las metas y los planes de otros. Y Juan dio amén gracias por la revelación, porque junto a sus viejos camaradas, se dio cuenta de que no estaba solo.

Y así, entre todos, sobresaliendo las luces sobre las sombras, gozaron de una velada fantástica, compartiendo esas incipientes arrugas, alguna que otra calva galopante, un buen manojo de canas casi unánimes, ese indeseado efecto de la gravedad en cada uno de ellos y compartiendo esas pastillas de colores para aminorar el efecto de las primeras dolencias propias de la edad, una vez que has sobrepasado los cincuenta y tantos.

Porque en definitiva, aquella generación fue y es literalmente genial e irrepetible.

Y TÚ ¿A QUÉ GENERACIÓN PERTENECES?

CUANDO PERTENECES A LA GENERACIÓN «i».

LAS GENERACIONES: DEL PASO DE LOS NÚMEROS A LAS LETRAS.

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