UN VIAJE ENTRE DOS TIEMPOS (I)

Nuestro paso por la vida lo podríamos resumir como un viaje entre dos tiempos.

El TIEMPO siempre ha despertado un interés especial en todas las generaciones precedentes. Pensadores, filósofos, humanistas, científicos… hasta el más común de los mortales ha sentido en algún momento cierta fascinación por el tiempo.

Incluso los antiguos griegos tenían en su enrevesado panteón mitológico su propio dios del tiempo, Cronos, padre del mismo Zeus.

Como seres humanos, nuestra relación con el tiempo tiene tres modos y dimensiones, que se puede resumir a la perfección en el dicho siguiente:

– El pasado es historia. El futuro es incierto. El hoy es un regalo: por eso se le llama presente.

Así, la única certeza que tenemos es vivir en el presente continuo, como una realidad que, fotograma a fotograma, marca nuestro camino mientras estamos aquí.

Vivir excesivamente en el pasado o en el futuro no es nada aconsejable, porque ambos no existen.

El primero echa mano a esos recuerdos que el tiempo va difuminando y deformando. Tanto es así que, edulcorados y sobrevalorados, solemos pensar que cualquier momento pasado siempre fue mejor. ¡Error! Todo lo vivido tiene que ser valorado en su propio momento y no ser interpretado con nuestro hoy.

El segundo, vivir permanentemente en el futuro, es incluso más peligroso. Ser «Juanita la fantástica», nos aleja de la realidad y del aprovechamiento del momento presente. Y lo que es peor, nos distancia de nuestro entorno más cercano, inventado un mundo que no existirá más allá de nuestros pensamientos. Huir hacia adelante de forma continua trae muchos problemas.

LAS DOS DIMENSIONES DEL TIEMPO

La primera tiene una dimensión estrictamente objetiva: hagamos lo que hagamos y deseemos lo que deseemos no hay medio ni forma de dominar el tiempo. Todos los días duran exactamente lo mismo durante toda nuestra existencia individual, estemos durmiendo o despiertos, sea de día o de noche, siendo dichosos o desgraciados… Al tiempo le da totalmente igual la dimensión humana y nuestra relación con él. Cuestión de matemáticas infinitas.

Sin embargo, mantenemos, por alguna razón, una relación subjetiva con el tiempo.

Siendo exactamente el mismo para todos los seres humanos, cuando estamos viendo un partido de fútbol, si nuestro equipo va ganando por un resultado mínimo y el contrario aprieta, nos parece que el tiempo trascurre muy lentamente. Por el contrario, si estamos en el otro lado, con nuestro equipo perdiendo, pero con opciones serias de remontada, el mismo pasa volando. ¡Quién, siendo futbolero, no recuerda los minutos finales del mundial de fútbol de Sudáfrica!

Del mismo modo, cuando hacemos una tarea que nos agrada, los minutos pasan a toda velocidad, mientras que si estamos liados con un trabajo tedioso que nos enoja o nos es indiferente, el tiempo se detiene.

Entre el más glorioso de los domingos al más infame de los lunes, no hay diferencia cuantitativa de tiempo. Se trata de una apreciación personal y de una valoración relativa.

Por otro lado, esta percepción subjetiva nuestra con el mismo, también varía con la edad y con el carácter personal de cada uno de nosotros.

Cuando somos niños y jóvenes, nos parece infinito y eterno. Tenemos la sensación de tener todo el tiempo del mundo. ¡Quién no recuerda, ya con ciertos años, lo lejano que quedaba el año 2000 ahora ya bien entrado el siglo XXI!

chuches
Las últimas chuches siempre son las mejores. ¡Disfrútalas a tiempo!

Más tarde, cuando empezamos a adentrarnos en la mediana edad con una mayor carga de responsabilidades, nos damos cuenta del valor del tiempo y como este es más finito para nuestras vidas. Nos volvemos más racionales y conservadores, mientras que antes éramos más intuitivos, impetuosos e irresponsables.

Luego, con el paso de los años, y según se va acercando la jubilación, tomamos plena conciencia que nos queda menos tiempo de vida que la restante por vivir. Entonces, nos volvemos mucho más eficientes e intentamos aprovechar cada día de forma más intensa, intentando recuperar el tiempo perdido.

La vida es como un jamón: cuando le das la vuelta, ya quedan menos lonchas que saborear, pero su sabor es más intenso. O como cuando esa bolsa de chuches va llegando al fondo: las últimas son las mejores. La diferencia no está ni en calidad del jamón ni en el sabor de las gominolas, sino en nosotros mismos y en la aceptación de esta realidad.

Ya se sabe: «no hay nada peor que tener mucho tiempo para perder mucho tiempo»

Lo relevante es aprovechar el tiempo, no empeñarse en controlarlo. Es un elemento democrático y todos somos, en cierto modo, millonarios de tiempo. Cada uno de nosotros tiene a su disposición 1440 minutos diarios. Lo que hagamos con ese tesoro de cada día es una decisión personal, que, esfuerzo incluido, nos atañe de forma individual.

No hay excusas ni es válido echar la culpa a los demás: tú eres el mejor valedor de ti mismo y tu mejor apuesta. No tienes otra.

afilar el hacha
Estando preparado para vivir TU TIEMPO de forma intensa. El esfuerzo vale la pena.

En tus manos está la decisión final de lo que quieres hacer con tu tiempo y como lo quieres organizar, disfrutar y quemar.  No pierdas la ocasión.

Aprende a tener siempre tu hacha bien afilada.

LOS TANQUES DEL TIEMPO (II)

LOS LADRONES DE TIEMPO (III)

LA MENTE QUE DIVAGA Y EL TIEMPO (IV)

SER POBRE O SER RICO, UN PROCESO EN EL TIEMPO (V)

LA VISIBILIDAD Y EL TIEMPO: TODO COMUNICA (VI)

PASA LA MOPA DEL TIEMPO (VII)

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